(Foto: Congreso de la República)
(Foto: Congreso de la República)

Quién sabe si aconsejado por su gabinete en la sombra o quizás por un nuevo asesor, el presidente Pedro Castillo pretendió jugársela al Congreso adelantándose a las respuestas que forzosamente tendrá que dar el 28 de marzo, por la moción de vacancia presentada en su contra, ofreciendo en el hemiciclo un pomposo discurso con el que intentó defender su gestión.

Sin embargo, el tiro le salió por la culata pues ni bien entró en el terreno de las acusaciones sobre actos ilícitos, soltó una perorata huérfana de argumentos sólidos y poblada únicamente de generalidades, como si bastara su palabra para demostrar que no ha “cometido ningún acto de corrupción”: puro floro, como se dice, alguno que otro golpecito en el pecho (“Debo reconocer los errores y desaciertos en que hemos incurrido. Expreso al Parlamento y al país mi ánimo de enmienda y corrección”) y cero planteamientos para convencer al país de que realmente habrá algún cambio sustancial en su gobierno.

El dramatismo escénico del “hombre del pueblo” le sirvió al candidato, ciertamente, pero ya como presidente de la República, este manido recurso político se reduce a una simple y grotesca payasada. La gente, “el pueblo”, al que tanto menciona en sus discursos, exige hechos y razonamientos claros.

Sin ir muy lejos, uno los pedidos, por ejemplo, fue que presentara la lista de sus invitados a la casa de Sarratea, a donde secretamente acudía en las noches para cerrar acuerdos que buscaba ocultar a la ciudadanía o a cualquier órgano de fiscalización del Estado.

Si de verdad hubiese querido sustentar con pruebas fehacientes lo que dijo, debió entregar la lista al Pleno en ese mismo instante, o contarle al país qué conversó con Karelim López durante esos encuentros subrepticios –puestos al descubierto por la prensa independiente, a la que tanto ataca– o si encargó a su entonces secretario Bruno Pacheco presionar a la Sunat en busca de favores a ciertos empresarios, entre otros tantos escándalos de corrupción que lo involucran directa o indirectamente, sobre los que el país exige explicaciones.

Cabe esperar que el próximo lunes 28, cuando le toque hacer sus descargos en el Congreso, ofrezca respuestas tan contundentes como las acusaciones que deberá afrontar.