Foto: Congreso de la República / Flickr
Foto: Congreso de la República / Flickr

Adrián Simons Pino

El 14 de diciembre el Congreso aprobó una serie de reformas a la Ley de Organizaciones Políticas (Ley de Partidos); el cambio más importante radicó en las .

¿En qué ha consistido está modificación y por qué impacta en nuestro sistema democrático? El artículo 24 de la Ley de Partidos, antes de su modificación establecía que todos los ciudadanos (estén o no afiliados a un partido político) pueden y deben participar en las elecciones primarias. Sin embargo, con la modificación aprobada, solo pueden participar en las elecciones primarias quienes estén afiliados o inscritos a un partido político; es decir, casi nadie. Hemos pasamos de un sistema de elecciones primarias abiertas a uno cerrado; y volvemos a concebir a los partidos políticos como si fuesen “clubes privados”, sin ningún control mínimo por parte de los ciudadanos.

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¿Qué se entiende por elecciones primarias abiertas? El profesor Ricardo Haro las define de la siguiente manera: “…consisten en la participación, mediante el sufragio de todos los ciudadanos (afilados o no afiliados) en las elecciones que los partidos políticos realicen para la nominación de sus candidatos en vista a las elecciones generales”.

Una elección primaria abierta permite que nos involucremos, antes de las elecciones generales, y podamos conocer qué tipo de candidatos están postulando para el cargo de presidente de la Nación. Así, podríamos saber, cuál es el perfil de los candidatos que nos presentan los partidos, qué plan de gobierno tienen y cómo pretenden afrontar los principales problemas que aquejan a nuestro país. Imaginemos, por un instante, si se hubiesen realizado elecciones primarias abiertas antes de las elecciones presidenciales de 2021, tal vez Pedro Castillo no pasaba a la segunda vuelta, y nos hubiésemos librado de un presidente que no llegó siquiera a la categoría de “mediocre hombre de gobierno”.

Con esta modificación ya no podremos participar con nuestro voto y calificar a las listas de los candidatos que, al interior de un partido político, desean participar luego en las elecciones generales. Esto constituye un grave retroceso, dejando nuevamente a los partidos en manos de las oligarquías partidarias.

Un sistema de elecciones primarias abiertas hubiese posibilitado (Haro, Ricardo): (i) reducir el escepticismo y generar una mayor participación en política; (ii) personalizar la elección y reducir ese desconocimiento sobre los candidatos; (iii) que los partidos hagan un esfuerzo para que sus candidatos a la interna sean los más capaces; y (iv) una real democratización de la vida partidaria, porque se sumaría la opinión de quienes no militan en un partido político.

Lamentablemente, el descrédito de la democracia se incrementará con la permanente desconfianza en los partidos políticos; los cuales, seguirán funcionando como el “Club de Toby”, produciendo más populismo como una forma degenerada de democracia. Y, seguiremos viendo (como indica el profesor Ferrajoli) cómo la clase política decae en lo profesional, en lo moral y en lo intelectual.

La eliminación de las elecciones primarias abiertas afecta nuestro derecho a la participación política y, sobre todo, a la integración de los ciudadanos en el proceso del poder. Esta modificación es inconstitucional y debe ser cuestionada ante el Tribunal Constitucional, en caso el Poder Ejecutivo no la observe o el Congreso insista en su promulgación. A ver si el Defensor del Pueblo o el Decano del Colegio de Abogados de Lima se animan.

La democracia está en juego, defendamos nuestro voto, no permitamos que la “ignorancia organizada” siga gobernando nuestros destinos.