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Partido en quiebra
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Si el expresidente Fernando Belaunde Terry pudiera ver en lo que ha devenido el partido que, junto a un puñado de jóvenes estudiantes y profesionales, fundó en 1956, como una alternativa democrática, modernizadora, a las fuerzas entonces dominantes del militarismo y del Apra, pocos dudan de que se avergonzaría hasta las lágrimas. Porque quienes hoy administran Acción Popular continúan manchando, con su ímproba conducta, el gallardo legado –más allá de discrepancias y posiciones políticas– de honradez y patriotismo que distinguió a su fundador.
El derrotero de AP en este Congreso de la República, presidido además por un miembro de la cúpula partidaria, no deja lugar a dudas. La complicidad de connotados integrantes de su bancada en la irresponsable negación de la confianza al gabinete Cateriano, a la que entusiastamente se sumaron negociando quién sabe qué beneficios con los lobbies de las universidades bamba, no es un lunar aislado.
No olvidemos que fue la representación acciopopulista en el hemiciclo la que prácticamente lideró la propuesta de retiro de fondos de las AFP, y luego de la ONP, sin que mediaran estudios técnicos sobre procedimientos o el impacto que estas medidas pudieran tener en la economía del país. Y pese a haber ofrecido lo contrario durante la campaña electoral, la mayoría de sus congresistas bloquearon con sus abstenciones, o votos en contra, la derogación de la inmunidad parlamentaria.
Cuando llegó la hora, asimismo, de confrontar al exfiscal de la Nación Pedro Chávarry a los graves delitos de que se le acusa, cuatro legisladores de AP intentaron blindarlo ante la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales, al oponerse a la revisión de una denuncia en contra suya, archivada escandalosamente por el Congreso anterior; aunque, una vez puesta al descubierto la jugada, buscaron embrollar y parcharla con una acusación constitucional.
Podríamos continuar con la lista de desatinos y maniobras sospechosas, pero aquí nos detendremos: no es necesario abundar en una quiebra moral que está cerca de pasar a la historia como el penoso colofón de ese partido que alguna vez se enorgulleció de tener al “Perú como doctrina”.
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