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En el país de las pesadillas
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Ya han muerto ocho niños y veinte adultos por el frío intemperante que padecemos y, sin embargo, el ánimo político resulta de pesadilla calurosa. Lo minúsculo es lo importante. Lo relevante, combatir de una vez por todas la anemia infantil, es lo insignificante. No salimos de una afiebrada polarización, como si padeciéramos de una incapacidad congénita de aprender de la historia.
El antifujimorismo y/o antikeikismo vuelve a la palestra. Vienen elecciones regionales y municipales, pero parece que estuviéramos en las presidenciales más enconadas. Si antes se imputó a los integrantes de la bancada naranja ser obstruccionistas contumaces, ahora se acusa al presidente Martín Vizcarra de entrar en contubernio con ellos y de estar dominado.
Un sector del país, que tiene poder, lo vive como una afrenta a sabe dios qué, y carga todas sus lanzas contra una alianza imaginaria. Como en la fascinante novela de Lewis Carroll, se escucha el aterrador grito de la irascible reina: ¡que le corten la cabeza!
Algunos olfatean que la presea disputada es la Mesa Directiva del Congreso. Vemos una fuerte arremetida de cuestionamientos y críticas contra los fujimoristas con agravio de cajón: corruptos. Y así pasa la vida nacional. Cualquiera que se ponga la mano en la conciencia cívica aceptará sin trámites que quien tiene la mayoría (algo quiñada) del Congreso vía la votación popular no la cederá a sus oponentes. Habría que preguntarle a cada líder partidario si lo haría. Y si son sinceros, escucharíamos un estruendoso ‘¡que les corten la cabeza!’ o ‘¡de ninguna manera!’.
El sinsentido que nos acerca más al relato de Carroll se resume en la afirmación: Keiko sacó a su hermano del Congreso. La ética vale poco en ese razonamiento. O sea, Kenji Fujimori no lideró un grupo parlamentario mafioso (los ‘Avengers’), dedicado a comprar votos para impedir la vacancia de PPK. En los repugnantes videos escuchamos a un congresista vanagloriarse de nombrar a directores regionales, o la frase ominosa de Kenji: “Tenemos el respaldo del Tribunal Constitucional (TC), tenemos el respaldo del propio secretario de la OEA”. Nos recuerda, inevitablemente, la repudiable inscripción en las agendas de Nadine Heredia: “El juez se puede escoger”.
Pero resulta que no hay tipología jurídica para castigar y sacar del Congreso a los sinvergüenzas que compraron conciencias. Tampoco para detener a quien quemó un carro policial. La compra de flores –gasto inevitable en cualquier institución– se promociona como el gran desfalco de la Mesa Directiva.
La mayoría quiere una mejor economía, trabajo, prosperar. Será imposible procurarlo si no salimos de esta enervante pesadilla, donde la conciliación y el acercamiento son denostados.
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