[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: “La asamblea de la OEA y el futuro de la democracia”. (Foto: EFE/ Lenin Nolly)
[OPINIÓN] Yesenia Álvarez: “La asamblea de la OEA y el futuro de la democracia”. (Foto: EFE/ Lenin Nolly)

Acabo de estar presente en la 53.a Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la cual tiene como uno de sus propósitos esenciales promover y consolidar la democracia. En sintonía con este propósito y en el marco de actividades de esta asamblea, se organiza normalmente un diálogo abierto entre representantes de las organizaciones de la sociedad civil, los jefes de delegación de los Estados y el secretario general.

Este espacio es bastante importante porque muchas organizaciones desde la sociedad civil pueden hacer llegar a los Estados sus opiniones sobre los problemas, temas y desafíos que les preocupan sobre sus países y sobre la situación de la democracia en la región. Se espera que siempre haya una participación plural, que se aborden diversos temas de acción y desde diferentes tendencias del espectro político y que todas compartan el objetivo de dialogar, de hablar y de escucharse poniendo en práctica un ejercicio democrático. Todo eso se hace a través de un proceso de coaliciones y vocerías que termina con una presentación oral sobre los temas que la sociedad civil quiere alertar y poner sobre la mesa para los Estados allí reunidos. Así algunas organizaciones pusieron alertas, por ejemplo, sobre la situación de los derechos humanos en Cuba, Venezuela y Nicaragua.

También se pudo observar la presencia mayoritaria de un discurso conservador con su refrito de que la ideología de género y el globalismo es perjudicial para la democracia, la vida y la familia, incluso con tonos deshumanizantes y siempre con la intención de señalar como una amenaza política cualquier preocupación por avanzar en derechos para las mujeres, las personas LGBTIQ+ y otros grupos vulnerables. Y todo precedido de una declamación en nombre de la libertad y la democracia. Era fácil identificar que venían más a recitar sus consignas de orden moral que a dialogar. Claro, y también a aplaudirse entre ellos bajo la idea de que mientras sean muchos, y estruendosos sus aplausos, podrían lograr que su posición se percibiera como más válida y legítima que otras. Algo así como lo que dicen siempre: “tenemos razón” porque “somos mayoría” y “hacemos ruido”. Y esa actitud está muy lejos de buscar el diálogo. Si empiezan deshumanizando, negando la existencia, reconocimiento y derechos, y señalando como enemigos a personas que están en la misma mesa y en la misma sala, realmente no vinieron a dialogar.

Entre pasillos se conversó mucho sobre estas posiciones conservadoras radicales negadas al diálogo, por supuesto también sobre la izquierda condescendiente con los regímenes autoritarios y dictatoriales de la región. Y también sobre el deterioro institucional en el Perú, en el que al parecer ciertas organizaciones han difundido la idea de que solo Boluarte sería responsable omitiendo que el gran causante de la situación actual en el Perú ha sido Pedro Castillo. Además, fueron recurrentes los comentarios sobre lo difícil que resultaba cuestionar la situación de El Salvador, ya que prácticamente en el debate acusaban a cualquier crítico de estar del lado del crimen. Una estrategia que inhibe a muchos de hablar del tema. Varios nos fuimos de allí preocupados por el futuro de la región donde parece ser que la cooperación autoritaria va ganando terreno frente a la solidaridad democrática. Muchas personas admirando modelos y opciones autoritarias que en diferentes grados están demostrando ser viables políticamente. Es decir, si antes nos preocupaba limitar el poder de los gobiernos abusivos y autoritarios, ahora también nos preocupa la facilidad con que la ciudadanía apoya y vota por posiciones autoritarias, sean de izquierda o de derecha. Definitivamente, el futuro para la democracia en la región, en este diálogo, no se vio muy alentador.

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José Carlos Requena