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La tragicomedia de Lescano ¿espejo de lo que somos?
“Ningún título garantiza la integridad moral de una persona”.
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Triste espectáculo el que protagoniza el congresista Yonhy Lescano intentando justificarse ante una denuncia de acoso. Eso de decir que porque tiene esposa e hijos no necesita acosar forma, a partir de ahora, parte de la galería de disparates que han salido de la boca de nuestros parlamentarios.
Lo grave es que Lescano representa el pensamiento de la mayoría de hombres peruanos. Sentado allí, al lado de su esposa, en vivo, utilizándola como aval de su supuesta buena conducta como padre de familia.
Vamos, que no se trata de pecar de exceso de moralismo, sino de creer que porque tiene un cargo público –y poder– puede arrogarse el derecho de escribir mensajes de grueso contenido sexual y enviárselos a una mujer que él sabe perfectamente no tiene sus ventajas.
El machismo está tan enraizado en el Perú que no se espera ni siquiera una reacción de quien es víctima de una situación como esta. En el caso del congresista de Acción Popular: “Ella empezó la conversación”, “éramos amigos”… lo delata la errática cantidad de respuestas que desde que se supo el hecho ha ofrecido a la prensa. Porque, claro, no imaginó que la periodista arriesgaría la relación con su “fuente” o sería capaz de hacer pública una conversación que en la cabeza de Lescano la podría dejar mal parada a ella.
Si finalmente es hallado responsable por la Comisión de Ética, no debería esperarle más que el desafuero.
No estamos aquí haciendo un juicio de su labor parlamentaria. Lamentablemente hoy solemos creer que el mérito profesional, si es que lo hay, es suficiente. La escala de valores está invertida. Ningún título garantiza la integridad moral de una persona, ningún puesto nos hace superiores al resto. Es el esfuerzo individual por intentar ser mejores personas cada día lo que hará la diferencia.
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