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[Opinión] Sonia Chirinos: “La marimacho”

“Mostró al resto de la sociedad, presente y futura, que no hay que precipitarse en eso de cambiar las etiquetas sexuales. Ni la de uno mismo, ni la del resto”.

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"La realidad de Juana, tan bien tratada por Palma, es que hay episodios en la vida que no necesariamente son definitivos".
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Los clásicos son siempre actuales. Si hay uno en la literatura peruana, ese es Ricardo Palma. Quiso el caprichoso azar que, abriendo sus Tradiciones peruanas, me topara con “Juana la Marimacho”.
A ella se refirió el marqués de Valleumbroso en “Escuela de caballería conforme a la práctica observada en Lima”. Esa china –decía refiriéndose a la mulata Juana– merece una estatua en Acho. Juana fue famosa capeadora. Antecedente histórico de nuestra elegante Conchita Cintrón.
Y aquí viene la elegancia del castellano del autor, que la glosa con sumo respeto: “Con Juana Breña hizo la naturaleza idéntica mozonada que con la monja alférez doña Catalina de Erauzo. Equivocó el sexo”. Lo que hoy llamaríamos “trans”, con cierta ligereza. Porque hombres y mujeres no estamos determinados en nuestros gustos y vivencias por el sexo. La realidad de Juana, tan bien tratada por Palma, es que hay episodios en la vida que no necesariamente son definitivos. Algo que el legislador del s. XXI parece no entender. Juana Breña de “redondas y vigorosas redondeces” escondía, dice Palma, inclinaciones varoniles. Valiente en la capea; y en el juego una tahúr. Pero no era hombre, fue enormemente popular en Lima. “¡Juana, no te metas a hombre!”, le rogaban con humor. Un bravo toro estuvo a punto de matarla como mató a su alazán. Juana no volvió al redondel. Abrió un puesto de carnicera en el mercado. Gozó de su valor, fue admirada y demostró que la mujer puede lidiar (nunca mejor dicho) en el campo de los hombres, sin serlo. Sin dejar de ser mujer. Mostró al resto de la sociedad, presente y futura, que no hay que precipitarse en eso de cambiar las etiquetas sexuales. Ni la de uno mismo, ni la del resto.
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