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[OPINIÓN] Richard Arce: La banalidad del mal
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A propósito de mi artículo de ayer sobre el sufrimiento indescriptible de civiles palestinos en la Franja de Gaza, donde las fuerzas armadas israelíes se ensañan con bebés y niños en los bombardeos indiscriminados que se han recrudecido, inclusive en estas fiestas de adviento y Navidad, no hay pausa.
Dicho esto, es oportuno traer al debate la teoría de Hannah Arendt, brillante filósofa y teórica política del siglo pasado, quien realizó estudios profundos sobre la naturaleza del poder y la relación entre política y moralidad, que se vio magistralmente descrita en su obra, “Eichmann en Jerusalén: un informe sobre la banalidad del mal”, donde analizó el juicio de Adolf Eichmann, un funcionario nazi responsable de organizar el transporte de judíos a los campos de concentración durante el Holocausto.
En la obra de Arendt, con crudeza nos describe cómo personas aparentemente normales participan en actos atroces de violencia extrema ejercida por obediencia ciega a la autoridad sin ninguna reflexión ética; este argumento deberíamos extrapolarlo y analizar en este contexto del conflicto israelí-palestino y la actuación de Benjamín Netanyahu, quien, en su condición de líder máximo de Israel, hoy comanda el bombardeo indiscriminado, argumentando que Israel tiene el derecho a defenderse de amenazas a su seguridad por grupos extremistas de la Franja de Gaza.
Esta espiral de violencia ha sido una característica en la historia de la humanidad, donde se llegan a estos niveles de ensañamiento, al extremo de justificar y normalizar esta crueldad gratuita, este terror innecesario o sadismo inútil, que el propio Nietzsche definió como una “crueldad desinteresada” y posteriormente Arendt catalogó a esta normalización como “la banalidad del mal”, con lo que justamente podríamos definir lo que hoy sucede en Palestina y se relativiza y se normaliza, a tal punto que se puede masacrar a bebés y niños con la connivencia de los grandes poderes del mundo.
Ven que no les importa los pronunciamientos de las Naciones Unidas u organismos de DD.HH., que reclaman por estos crímenes de guerra y las violaciones al derecho internacional humanitario; como dicen los teóricos de la historia que hablaban del Estado Exterminador, estaríamos viendo la reminiscencia de “l’État massacreur”, donde se justifica la violencia estructural, como un derecho que tienen los Estados abusivos para ejercer una crueldad legítima, argumentando un supuesto orden social ya establecido y hasta una justificación divina, como lo hace hoy Israel.
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