Palacio de Gobierno. (Foto: Francisco Neyra/GEC)
Palacio de Gobierno. (Foto: Francisco Neyra/GEC)

Es bastante paradójico y sintomático que, en estas circunstancias de polarización del país, donde se ha llegado a niveles extremos de violencia, los políticos y sobre todo los supuestos líderes de los principales partidos brillen por su ausencia.

¿Dónde están los últimos candidatos presidenciales? Que en campaña se desgañitaban ofreciendo el oro y el moro, además de mostrarse como supuestos adalides de la justicia y los “Robin Hood” de los pobres. Hoy están desaparecidos.

Es evidente el cálculo político, para no involucrarse en los problemas del país y mejor si hacen la figura “del muertito”, conocida como “la política del avestruz”, dicen, para que no se trastoque su prístina imagen.

Esta experiencia tan dura que vive el país nos tiene que dejar lecciones aprendidas como sociedad, para identificar a los oportunistas políticos y en época de campaña electoral recordarles cuando vengan a buscar votos.

Personajes como López Aliaga –muy activo en campaña, ahora de alcalde está en un silencio sepulcral–, de la misma manera Keiko, Acuña, Hernando de Soto, Urresti, Lescano y Mendoza, entre los más representativos de la política tradicional, evaden asumir posición en esta crisis, convenientemente.

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A lo más, se les ha visto en uno u otro comentario en el Twitter, más con timidez que con firmeza, pero sobre todo con el tufillo de culpabilidad, en su complicidad por haber gestado el gobierno corrupto de Castillo y ahora pretenden lavarse la cara con el dolor de las muertes.

Habría que preguntarles a estos señorones, la próxima vez que se aparezcan campantes en campaña: ¿Qué han hecho ellos para promover el diálogo? ¿Qué hacen para tratar de evitar la violencia y el vandalismo? ¿Qué están haciendo para promover la paz social? Y sobre todo, ¿qué acciones están emprendiendo para tratar de apaciguar los ánimos y terminar el enfrentamiento entre peruanos?

Si por ahí tendemos alguna respuesta, aunque sea solo de buena intención, podríamos reconsiderar nuestra crítica; en caso contrario, son ellos parte del problema que vive el país.

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