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[OPINIÓN] Richard Arce: Burlándose de un difunto
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Lo venimos reiterando. Las posiciones extremas y radicales, que han polarizado al país, ganan cada día más terreno desde el Congreso, en donde han encontrado el espacio político y de poder para imponer sus agendas trasnochadas y con sesgos hasta religiosos para tumbarse derechos; ni qué decir de las profundas reformas que se habían avanzado en los últimos años, como la del transporte, justicia y la educación superior.
La gravedad de la imposición de la extrema derecha e izquierda es que se han unido para tumbarse la institucionalidad del país e inclusive pretenden tumbarse las herramientas que han permitido destapar toda la podredumbre de la corrupción con leyes que buscan debilitar la figura de la colaboración eficaz y la extinción de dominio.
Pero esta polarización es el reflejo de lo que viene aconteciendo en el país, donde la confrontación entre peruanos se hace cada vez más evidente, dividiendo a la población y lo acabamos de vivir en las exequias del congresista Hernando Guerra García, que lamentablemente falleció el fin de semana, víctima del pésimo sistema de salud y su deficiente cobertura en lugares alejados.
Por humanidad se entiende que, a pesar de las discrepancias manifiestas, se debe dar las condolencias y respetar el duelo familiar; pero no, inmediatamente salió la noticia, un sector de mis camaradas salieron a despotricar y ofender la memoria de un difunto, mostrándonos que la política nos está deshumanizando y se llega al extremo de no respetar el dolor de la familia de Guerra García.
Pero esto no es novedad, porque cuando fueron asesinados Inti y Bryan en las marchas contra el gobierno de Merino, los mismos sectores de extrema derecha que ahora reclaman por la indolencia de la izquierda, fueron los mismos que se burlaban de estas muertes y llegaron hasta la agresión en las romerías; ni que decir de los ataques a monumentos a la memoria, como el Museo LUM o el parque del “Ojo que llora”.
La política se ha vuelto un campo de batalla entre posiciones extremas que ya ha abierto brechas irreconciliables, que llegan al extremo de deshumanizarnos frente a sucesos como la muerte, que por evidente racionalidad debería conmovernos y guardar el mínimo respeto, prudencia y empatía; tal vez se nos ha olvidado que un día todos y todas vamos a transitar por ese estadio de la vida, inexorablemente, y ahí no seremos nada ante la muerte.
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