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[OPINIÓN] Richard Arce: “Bukele, milagros y pecados”
“Soy consciente de que la propaganda de Bukele funciona al extremo que si postulase en cualquier país probablemente ganaría con una votación abrumadora...”.
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Nayib Bukele ha sido reelegido con una votación abrumadora en El Salvador. Según reportes, más del 80% del electorado salvadoreño le ha dado un respaldo contundente para que dirija un periodo más al país. Es un resultado esperado porque enfrentó al crimen organizado y le ganó la batalla en un país donde las pandillas se exportaban no solo a Centroamérica, sino que habían llegado hasta al propio EE.UU. que ya lo considera como un problema social.
Los cabecillas de los Mara Salvatrucha están en la cárcel o muertos, lo cual significa por fin la tranquilidad para una población que tenía las tasas más altas del mundo en homicidio. En 2018 había 53 asesinatos por cada cien mil habitantes, y hoy tienen solo un indicador de 2.4 asesinatos; es evidente el avance en la lucha contra la criminalidad y la garantía que significa para un país tener instituciones que funcionen y que los ciudadanos tengan la tranquilidad de circular por sus calles, eso no tiene parangón, por eso se entiende el éxito de Bukele.
Pero no todo es color de rosa. Así tenga muchos adeptos en muchos países de Latinoamérica, es una obligación explicar el fenómeno salvadoreño con pinzas y con la verdad por delante, para que se entienda también el peligro que significan para una democracia, sistemas plebiscitarios e imposiciones de regímenes autoritarios que, por cierto, en el Perú ya hemos vivido.
Soy consciente de que la propaganda de Bukele funciona al extremo que si postulase en cualquier país probablemente ganaría con una votación abrumadora; por ello, hay que recordar que para lograr esta elección, Bukele ha violado el orden constitucional de su país, además de eliminar la independencia de poderes y los contrapesos que deben existir en una democracia. Bukele controla el Congreso, las fuerzas del orden y ha nombrado a 10 de los 15 jueces de la Corte Suprema con lo que ha tenido evidentemente el camino allanado para la reelección que estaba prohibida en su Constitución desde los albores de su independencia.
Si le sumamos la violación de derechos humanos, la situación se pone color de hormiga. Ojo, no defiendo a los delincuentes, pero de las 75,000 personas apresadas cuando se declaró el estado de emergencia limitando los derechos ciudadanos, un gran porcentaje eran inocentes y hoy esperan justicia en condiciones infrahumanas. Es una realidad que no se puede soslayar; además, ya conocemos cómo terminan estas aventuras populistas.
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