[OPINIÓN] Rafael Belaunde Llosa: “Evo (in) Morales”. (Foto de AIZAR RALDES / AFP)
[OPINIÓN] Rafael Belaunde Llosa: “Evo (in) Morales”. (Foto de AIZAR RALDES / AFP)

“Morales”: pocas veces en la historia política de los países, la conducta de un individuo ha estado más reñida con el apellido que acompaña su nombre.

El sujeto en cuestión se inició en las lides políticas a través del activismo cocalero. El uso de la argucia, la mentira y las posiciones radicales e intransigentes rápidamente catapultaron su nombre a la primera línea de la política boliviana.

Luego, fue elegido primero diputado y, finalmente, en 2005, presidente de Bolivia, para un único periodo de cinco años; sin embargo, como no podía ser de otra manera, convocó a una Asamblea Constituyente e incorporó la reelección, reeligiéndose en 2009 y 2014.

Adicto al poder, convocó a referéndum para habilitar una cuarta elección consecutiva, la cual perdió, pero, denotando su desprecio por la voluntad popular, un Tribunal Constitucional genuflexo y prevaricador permitió su postulación, sosteniendo que la reelección presidencial indefinida ¡es un derecho humano! (aunque ya la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló recientemente contra esa aberración jurídica).

Así se eligió por cuarta vez consecutiva en 2019, pero la revelación del fraude lo obligó a renunciar y huir a México (guarida, en estos tiempos, de autócratas, embusteros y golpistas), poniendo fin a sus 14 años de gobierno.

La estela de pobreza y destrucción económica e institucional del paso de “Morales” por la Presidencia boliviana ha sido amplia y profunda. La debacle de la industria gasífera; el caos en las cuentas fiscales con un déficit superior al 7.2%; una deuda bruta de 83% del PBI (a pesar de que en 2006 se le condonó gran parte de la deuda externa); la pulverización de las reservas internacionales netas de 15,123 millones en 2014 a 3,538 millones en febrero de 2022, pero únicamente 372 millones en efectivo, son los resultados del desenlace de la aplicación de las recetas del socialismo del siglo XXI.

Las presiones devaluatorias de un tipo de cambio anclado en 6.91 pesos bolivianos por dólar desde 2011 y la falta de divisas para sostenerlo artificialmente hacen imposible que el ciudadano común acceda a la moneda norteamericana, motivando en días recientes una corrida por recuperar sus depósitos bancarios.

El “Midas” de la destrucción democrática y económica de su país pretende, ahora, verter su prédica ponzoñosa sobre el nuestro. Ante ello, es el deber de todo ciudadano de bien no permitírselo. La receta de caos y destrucción que promueve “Morales” no puede cruzar Desagüadero y nuestras autoridades deben actuar con firmeza y decisión para asegurarnos que así sea.