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[Opinión] Patricia Teullet: La tierra prometida
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Se ve saliendo de Ica, a la izquierda de la carretera, una enorme extensión en el cerro, cubierta por viviendas cuyas condiciones no se pueden describir, a menos que alguien se adentre en la misma. No parecen tener ni agua y saneamiento. No es una excepción, es la forma como se ha urbanizado el país: buscando refugio de la violencia del terrorismo en la sierra o siendo víctimas del cuantioso negocio de los traficantes de tierras que abusan de la pobreza y ‘sustituyen’ (cuesta decirlo) a un Estado incapaz.
Llegando a Lima, estas invasiones han evolucionado en edificios de varios pisos que, con certeza, no tienen los cimientos para enfrentar un terremoto. Dicen que hay cálculos sobre cuántas vidas se perderían con un evento así, pero a nadie parece importarle. Para quien necesita un techo, es la urgencia lo que prima, pero para el Estado parece que se trata de que alguien se ocupe de poner electricidad y, alguna vez, dentro de muchos años y gobiernos, agua y saneamiento. Así, muchas veces se ‘completa el trabajo’ de mafias poderosas que promueven invasiones en lugares de difícil acceso donde el costo de dar servicios es inmenso.
El peruano ahorra en ladrillos, pero no puede resolver los problemas de infraestructura y servicios básicos. En alianza con empresas que tienen la experiencia, el Estado puede habilitar áreas para acoger a una población creciente por la migración del campo ante mayores oportunidades de trabajo en la ciudad y, sí, también a los venezolanos, a quienes una ley pensada en altos sueldos de gerentes extranjeros les retiene una parte considerable del salario. Eso los arrincona en la informalidad y las esquinas.
Ni bonos ni dádivas que generan sujeción al poder de turno y a sus intereses. Los peruanos quieren trabajo y un Estado que cumpla, al menos con dar salud, educación y seguridad. Y eso se financia con impuestos que solo se cobran cuando las empresas operan.
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