[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “La otra guerra”. (@photo.gec)
[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “La otra guerra”. (@photo.gec)

Mientras la atención mundial se vuelca sobre la guerra de Ucrania, del otro lado del mundo, en las costas del Pacífico, se libra otro gran conflicto de consecuencias igualmente significativas para el futuro orden internacional de naciones. Me refiero a la contienda comercial que desde hace cinco años vienen librando Estados Unidos y China.

Los primeros salvos de este enfrentamiento se dieron en 2018, con la imposición por parte de la administración Trump de una serie de medidas arancelarias contra productos chinos con el objetivo de frenar las prácticas comerciales predatorias del gigante asiático. Pekín reciprocó con sus propias medidas punitivas, imponiendo cargas a las importaciones de manufacturas y granos norteamericanos. La administración Biden no ha levantado las medidas introducidas por su antecesor y ha incorporado restricciones adicionales a la exportación de semiconductores y otras tecnologías avanzadas.

Conviene no perder de vista que la rivalidad estratégica entre ambas potencias va más allá de lo comercial y expresan un enfrentamiento profundo entre dos modelos económicos y políticos irreconciliables: el de la democracia representativa y su sistema de valores liberales, y el del autoritarismo desarrollista del partido único.

En nuestra región China viene expandiendo su influencia aceleradamente, logrando un nuevo protagonismo económico no antes visto. Se ha convertido ya en el mayor socio comercial para Perú, Chile, Brasil, Ecuador y Argentina; y en uno de sus principales inversionistas extranjeros, además de importante acreedor financiero. En nuestro país, consorcios estatales chinos están presentes en minería, petróleo, puertos, construcción, y, ahora también, de manera dominante, en la distribución y generación eléctrica.

El desacoplamiento económico en curso entre EE.UU. y China, y la reubicación de importantes cadenas de valor en otras locaciones asiáticas como Vietnam, Tailandia e India (ahora fabricante de Iphones), o, más cercanas al mercado estadounidense, como México, genera importantes oportunidades que el Perú podría rápidamente aprovechar.

Nuestra industria textil y de confecciones es altamente competitiva y podría apuntalar su crecimiento con la llegada de esos nuevos capitales, más aún considerando las ventajas que nos otorga contar con un TLC vigente. El año pasado, nuestras ventas mundiales de esos productos superaron los US$1,800 millones, la cifra más alta registrada desde 2013. Sin embargo, estos montos son marginales respecto del enorme potencial del mercado norteamericano.

Le corresponde al Gobierno crear las condiciones que permitan atraer esas inversiones. Para ello resulta fundamental no solo resguardar la estabilidad y predictibilidad jurídica ahora seriamente debilitada, sino también, flexibilizar el mercado laboral y desmontar la pesada sobrecarga regulatoria.

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Yvan Montoya