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[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “Economía en cuidados intensivos”

“La pobreza ha vuelto a subir a los niveles que tenía hace una década, y se estima que 700 mil peruanos en situación de vulnerabilidad podrían rápidamente engrosar las filas de los pobres...”.

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La economía peruana ha pasado a la sala de cuidados intensivos. Sus signos vitales se vienen deteriorando de manera sostenida, y pocos confían en que sus médicos de cabecera sean capaces de sacarla de su actual estado de inmovilismo. Además, todo apunta a que los mismos galenos se mantendrán a cargo, sin relevos adelantados, hasta el 2026
Esta metáfora médica retrata cabalmente el drama que vivimos en el país. Las perspectivas económicas, que ya resultaban desalentadoras a principios de año, se han deteriorado aún más. A este paso, lo más seguro es que crezcamos a un ritmo menor al 2%, situación que podría agravarse significativamente si un Niño costero de gran intensidad nos golpea en los próximos meses.
Dos son las causas raíz que explican está desaceleración. En primer lugar, estamos frente a una reducción en el consumo interno (la suma de bienes y servicios que demanda la población), que registraría una de sus peores marcas de las últimas dos décadas como consecuencia del comportamiento más cauto de los ciudadanos frente al deterioro y perspectivas de menores ingresos.
El segundo elemento, igualmente preocupante, es la contracción de la inversión privada que caería otros cinco puntos porcentuales, después de haberse asomado a terreno negativo el año anterior. La falta de confianza de los inversionistas frente a un entorno de incertidumbre política (seis presidentes en igual número de años), exacerbada conflictividad social y falta de predictibilidad, explican, en buena medida, esta tendencia. No en vano, los indicadores de confianza empresarial se vienen arrastrando en terreno negativo hace tres años.
Mención aparte merece la inversión en el sector minero, con una contracción proyectada de 18%. La última oleada de grandes proyectos (Quellaveco y Mina Justa) ya se ejecutó y este año no tenemos ninguna otra iniciativa de envergadura que pueda imprimirle dinamismo al sector. Esto resulta especialmente preocupante si consideramos el alto nivel de precios alcanzado por el cobre, nuestro principal producto de exportación, que, según todos los estimados, estaría alcanzando niveles récord como consecuencia de la transición energética en curso.
Si bien la situación económica del país ha experimentado un fuerte debilitamiento desde la llegada del castillismo, no es menos cierto que llevamos una década de catatonia que nos pasa factura vía menor crecimiento y empleos, baja productividad y creciente informalidad. La pobreza ha vuelto a subir a los niveles que tenía hace una década, y se estima que 700 mil peruanos en situación de vulnerabilidad podrían rápidamente engrosar las filas de los pobres si sus circunstancias se fueran a deteriorar ligeramente.
No es fácil salir de la sala de cuidados intensivos en la que nos hallamos internados. Para ello necesitamos un auténtico cambio de rumbo de parte del Ejecutivo. En ese sentido, resulta fundamental que el gobierno dé señales claras y se aboque a recuperar la confianza de los agentes económicos, creando condiciones facilitadoras de la inversión privada. Sin esto último, difícilmente recuperaremos el dinamismo necesario para generar el bienestar que los peruanos tanto anhelamos.
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