Villanueva hizo un balance de su gestión y dijo que su salida fue acordada con Vizcarra. (Fotos: César Campos)
Villanueva hizo un balance de su gestión y dijo que su salida fue acordada con Vizcarra. (Fotos: César Campos)

Al cierre de esta columna se había anunciado que hoy, lunes, al borde del mediodía, conoceríamos al nuevo presidente del Consejo de Ministros. Hasta ayer se barajaban nombres: Fernando Cillóniz, Vicente Zeballos y Salvador del Solar entre los que más sonaban.

De la salida de César Villanueva ya no hay mucho que decir. Los rumores se escuchaban con fuerza desde fines de noviembre cuando empezó a relevarse de sus cargos a personal de su confianza y el premier ni chistó.

Hoy, la decisión que tome el presidente Martín Vizcarra es clave para lo que queda de su gobierno. Y el peor error que podría cometer es nombrar a alguien solo para recuperar los puntos perdidos en las encuestas.

La tarea del sucesor de Villanueva no es fácil. Para empezar, tiene que convencernos de que este gobierno gobierna. Que tiene un plan para echar el motor a andar y combustible suficiente para garantizar autonomía de vuelo hasta 2021.

El discurso de la lucha contra la corrupción funciona, pero no basta. El grupo especial Lava Jato está haciendo las cosas bien, pero Palacio no puede colgarse de su bien ganada reputación.

Vizcarra necesita alguien en quien confíe y cuyo respaldo se sienta, por ejemplo, cuando haya que librar batallas por las reformas en el Congreso. No puede ser gris ni taimado. Deberá estar listo para sacar cara por sus ministros y no dejarlos sin piso. Muñeca política y empatía con la ciudadanía.

¿Capacidad de diálogo? También, por supuesto. Pero con la inteligencia emocional para no limitar el debate político a peleas de callejón. Alguien con el temple del que adolece hoy el equipo de Palacio de cara al país, que pueda poner orden en la bancada, si acaso existe como se la requiere. Alguien que, finalmente, imponga un mínimo respeto a la oposición y transmita tranquilidad al país.

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