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[Opinión] Mónica Delta: “¡Interminables tiempos de barbarie!”

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(EFE).
Fecha Actualización
Más de 40 peruanos muertos durante el mes de violencia social en el sur del país; el suboficial de la PNP José Luis Soncco quemado vivo dentro de una patrulla en Juliaca, Puno, poniendo en evidencia la crueldad máxima; el congresista Fredy Díaz, acusado de violación, salvado de la inhabilitación por las abstenciones de ocho de Perú Libre, además de Guido Bellido, Marticorena, Limachi, Espinoza (AP), Valer (SP), Wong (PP), dos no agrupados e increíblemente Gladys Echaíz, bajando más peldaños en el desprestigio del Congreso; el gabinete Otárola recibiendo una confianza hipotecada en medio de una crisis de representatividad que fue macerada con esmero por Pedro Castillo y sus allegados, con el objetivo de crear caos y con la única intención de sobrevivir. No sobrevivió él, porque está en prisión por golpista y ya no les resulta utilitario, pero sí aquellos alentados durante meses para crear expectativas bajo falsas premisas, agudizando diferencias y contradicciones sociales.
Es indispensable estar claros en que hay miles que tienen, con razón, demandas históricas postergadas por la ineficacia, la corrupción y la indiferencia de las autoridades, pero la muerte, la violencia, el ataque a los bienes públicos y privados, lo único que tiene como resultado es mayor resentimiento, mayor pobreza, mayor división. La pandemia sumada a Pedro Castillo aumentó nuevamente la vulnerabilidad económica de los pobres y pobres extremos. Esa es la realidad.
La eventual caída del gobierno de Boluarte, una Asamblea Constituyente y el cierre del Congreso no dará de comer a nadie, sino que generará más hambre. Lo único que ocurriría es que no haya democracia, que caigamos en peores regímenes, que lo poco que funciona en la economía peruana deje de funcionar, como en Venezuela, Cuba o Nicaragua. Ejemplos sobran. Sería un suicidio económico para millones de compatriotas. Sepamos bien que hay muchos que envían, como carne de cañón, a morir a compatriotas promoviendo falsas expectativas, mientras ellos dirigen por teléfono, desde sus cómodas ubicaciones veraniegas, cómo posicionarse para retomar el poder que perdieron. Ese es el fin de aquellos que no les importa azuzar el enfrentamiento de peruanos contra peruanos, que el país se desangre; solo les importa recuperar y mantener sus cuotas de poder para seguir manipulando a los que menos tienen. Sin la pobreza, que les sirve de argumento, dejarían de ser. Lo único que nos sacará de la misma es promover la libertad, el trabajo, la promoción de los emprendimientos, incluir a los que se mueven en la informalidad económica de alguna manera y, por supuesto, recobrar la paz entre peruanos.
Sensatez, templanza, desprendimiento, iluminación es lo que necesitamos todos, especialmente en las instancias de decisión.
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