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[OPINIÓN] Martín Naranjo: “Venta de indulgencias”
“Una peregrinación a Tierra Santa o a Santiago de Compostela ordenada como penitencia implicaba, naturalmente, el uso de recursos financieros”.
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¿Cuándo fue su última confesión, querido lector? Déjeme comentarle que en la Edad Media las penitencias no eran como las de ahora. Las penitencias en la Edad Media eran bastante más severas; podían implicar oraciones, ayunos, sacrificios o peregrinajes, y, según la gravedad de los pecados, estas penitencias podían durar años, incluso toda la vida. Se trataba de una manera de reponer un “tesoro de méritos” acumulados por las obras y acciones de los santos y los fieles. La Iglesia administraba este tesoro virtual que tiene como finalidad ayudar en la salvación de los fieles y aliviar las penas en el purgatorio. El saldo, siempre virtual, del tesoro de méritos es afectado por el flujo negativo de los pecados y debía ser repuesto con un flujo positivo de buenas obras.
Una peregrinación a Tierra Santa o a Santiago de Compostela ordenada como penitencia implicaba, naturalmente, el uso de recursos financieros. Como se trataba de restituir un tesoro común, muy pronto quedó claro que el pecador no necesariamente era quien tenía que hacer el peregrinaje, que podía tercerizarlo y contratar con cualquier otro que pudiera llevarlo a cabo. Y claro, se creó así un mercado que muy pronto es intermediado por la propia Iglesia. Ya no fue necesario que el pecador haga el peregrinaje, tampoco que un tercero lo haga: se hizo posible que, en lugar de que se le pague a un tercero, se le pague directamente a la propia Iglesia. Así es como nació la venta de indulgencias. La venta de indulgencias fue una manera intermediada de reponer el tesoro de méritos.
Antes de desaparecer, el sistema funcionó porque era un sistema que, además de conveniente, seguro, aceptado y limitado, se basaba en la confianza en el valor virtual de un saldo que servía para pagar deudas también virtuales vinculadas con la salvación y con el alivio de las penas en el purgatorio. En este sentido, este sistema es muy parecido a lo que sucede actualmente con las criptomonedas. En este caso, tratamos también con un saldo virtual y desconocido. Nadie es dueño de nada tangible. Las criptomonedas funcionan en la medida que son convenientes, seguras, aceptadas y limitadas, y es por eso que sirven para pagar deudas.
Estas características son también las de las billeteras digitales y, en realidad, las características esenciales de todos los sistemas de pagos, en todas las monedas. El dinero no es más que un conjunto de ideas. Es siempre virtual. El dinero es una tecnología, un sistema contable que sirve para transferir deudas, mover valor y gestionar riesgos en el tiempo.
La tecnología puede ser medieval o muy actual; puede estar basada en la fe o en bloques en cadena. Puede tratarse de indulgencias o criptomonedas. Lo que es permanente es la necesidad de aprovechar y explotar la tecnología para hacerla cada vez más compatible con nuestra propia humanidad, para impulsar la innovación y hacer más con cada vez menos, mejorar la experiencia de los usuarios e incluir cada vez a más personas creando nuevos mercados.
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