Foto: GEC
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Una de las cosas más difíciles en política es la renuncia al poder, porque supone dejar un espacio que se cree que uno merece y normalmente considera que es el mejor para eso; esta creencia no siempre se soporta en un criterio objetivo.

La dificultad aumenta con liderazgos mesiánicos, intereses poco altruistas, posiciones radicales y bases que no están dispuestas a ceder espacios; aunque su fuerza política no sea el origen de lo que consideran su derecho.

La incapacidad de renunciar poniendo primero a la institución que representamos, y sobre esta al país, es lo que en gran medida ha generado la situación política en la que vivimos. No fue posible unir al centro ni a la derecha. Nadie entendió que renunciar por algo más grande que el proyecto personal automáticamente potencia la propuesta, generando un efecto multiplicador.

Hace algunos años, el presidente fundador del PPC, un político respetado y querido; cumplió 100 años Fue un año de celebraciones. En cada una de las  manifestaciones de cariño que recibió habló desde la experiencia adquirida en su vida política. Una historia fue la constante… la historia de su renuncia al poder.

En la Constituyente de 1979, la izquierda, el Apra y el PPC aspiraban a presidir la asamblea, cada uno pretendía aportar su mirada del país. Para nosotros los temas más importantes eran: la dignidad de la persona humana y la economía social de mercado.

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La izquierda le propuso al Dr. Bedoya que presida la Constituyente, pero aunque eso era un triunfo político y probablemente el punto más importante de su carrera, decidió no aceptar y con la habilidad que lo caracterizaba logró sumar los votos que se necesitaban para que Haya de la Torre presidiera la Constituyente. Con eso perdíamos la presidencia pero incorporábamos nuestras ideas; que era lo más importante.

Su renuncia nos ha permitido crecer económicamente y si actuamos con madurez política y sabiduría lograremos también cerrar brechas, consolidar institucionalidad, garantizar libertad, justicia y un sistema democrático que garantice que los ciudadanos desarrollen todo su potencial.

Que la renuncia de un hombre que cambió el cargo por la fuerza moral para cambiar las cosas nos inspire y permita que el proceso de elecciones de 2022, que se inicia en octubre de 2021 como última fecha para inscribir candidatos, sea también el inicio de un esfuerzo de diálogo y de encuentro, y nos asegure que en el bicentenario se inicie una nueva etapa democrática, donde el respeto sea la característica que acompañe la búsqueda de consensos y la construcción de un futuro común en libertad.

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