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[Opinión] Luis Eduardo Cisneros: Evolución en pausa
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Más de 600 días han pasado desde que mis hijos no asisten presencialmente a clases. Los efectos emocionales han sido diversos, durante esta pandemia eterna para ellos que los ha llevado a sacar todos sus recursos personales, y a nosotros como padres, establecer diversas estrategias en conjunto con especialistas. Finalmente, el resultado ha sido positivo en ambos, a pesar de los diversos obstáculos que se presentaron en el camino.
Es cierto que esta pandemia tomó por sorpresa a los colegios y estos, tanto como los estudiantes, tuvieron que adaptarse a nuevas formas de interacción para la enseñanza. Sin embargo, si algo sorprendió, fueron los efectos que esta situación trajo en todo el ecosistema escolar. Maestros disgustados con exigencias académicas sin tomar en cuenta las repercusiones emocionales individuales de cada niño, padres suplantando a sus hijos en el desarrollo de sus tareas, e incluso situaciones como exigirles a niñas en plena adolescencia, que enfoquen sus cuerpos, a pesar de que desde la psicología evolutiva se sabe cuan problemática puede ser la autopercepción corporal en esta etapa de desarrollo.
La educación en épocas de pandemia se volvió inhumana y robótica en una gran cantidad de centros educativos privados y públicos. Las notas, la persecutoria forma de exigir la entrega de trabajos, la poca empatía y conexión con los procesos emocionales y familiares de cada alumno en sus hogares; han dejado huellas e interrumpido procesos evolutivos cuyos efectos veremos en los próximos años.
Exigir el retorno a la presencialidad, es “trending topic” en Twitter, más no en la agenda del gobierno. Ello resulta inaceptable, más aún teniendo en cuenta que este retorno a clases no será un regreso cualquiera, sino que implicará una infinidad de ajustes y contenciones psicopedagógicas. #regresoaclasesya
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