La responsabilidad de las escuelas es formar jóvenes que tengan claro su propósito en la vida, dispuestos a trabajar por sus comunidades, que destaquen académicamente, que sean eternos aprendices, éticos y con valores sólidos. Pero esto no es solo trabajo de la escuela, sino también de las familias.

¿Cuán relevante es el involucramiento de las familias en la formación y aprendizajes de sus hijos e hijas? Un estudio de la Asociación Estadounidense de Psicología (2019), señala que “cuando los padres participan en la educación de sus hijos, los estudiantes muestran un mayor rendimiento académico, compromiso escolar y motivación”.

Este involucramiento no significa trasladar el rol de la escuela a las familias, pero sí, lograr un nivel de acompañamiento y seguimiento, que complemente el trabajo que se hace en las aulas. Este involucramiento debe ser en función a las edades de los estudiantes y debe tener foco, tanto en lo pedagógico como en lo socioemocional.

En efecto, dicho estudio demostró que la participación de los padres no solo conduce a mejores resultados académicos, sino también tiene un impacto positivo en las habilidades sociales y emocionales de los estudiantes y disminuye los casos de delincuencia.

En el contexto actual, resulta clave que desde las escuelas se guíe a las familias a lograr un involucramiento que sume al proceso de formación de sus hijos e hijas y, por el lado de las familias, resulta clave que se priorice este compromiso más aún en temas éticos y de valores donde el principal rol de las familias es modelar comportamientos, enseñar normas sociales y transmitir valores fundamentales para así tener una mejor sociedad.