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(OPINIÓN) Hugo Palma: Los paraísos
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Asunto complejo. El primero fue brevísimo. Hoy, los paraísos fiscales están bajo la lupa y a los naturales los destruimos rápido. Aquí florecen, pero solo para un tema. ¿Cómo apropiarse del dinero que 33 millones aportamos para que “lo administre” el Estado? Ojo. A los paraísos solo ingresan los “elegidos”.
Procedimientos y montos varían según los sectores y actores. En el Ejecutivo, el desfile de expresidentes por fiscalías y juzgados hace urgente la ampliación de Barbadillo para evitar el hacinamiento. Ministros, vices, directores y hasta empleados de ventanilla, por millares. El Congreso aprueba su presupuesto. Miles de “servidores” aseguran la comodidad y bienestar de la gran mayoría de “representantes” y la pésima calidad de sus actuaciones y leyes.
Pero todo es culpa de Lima. Frente a Sodoma y Gomorra que gobernaban el país, se erguía la prístina virtud de las provincias, repositorio de todo lo bueno, auténtico y valioso. Por eso, fueron olvidadas, despreciadas y desposeídas de sus riquezas. Hasta que se produjo el milagro. Su justificado clamor por reconocimiento, responsabilidad y apoyo fue escuchado por el “indio rebelde”; con llegada inminente.
Nadie quería una regionalización que integrara racional, eficaz y productivamente a vastos espacios territoriales. ¡Bingo! Renombró a los departamentos como “regiones” con presidente, Asamblea, burocracias y plata en cantidades jamás vistas. La minería, gas y petróleo representan la casi totalidad de las transferencias de las que “disfrutan”. 15,850 millones de soles solo el 2022. Cusco, Áncash y recibieron más de la mitad de esos recursos. Otras menos y algunas muy poco. ¿País unitario, solidario, equitativo? “No se oye, padre. Aquí hablamos en serio”.
Provincias y municipios tampoco fueron olvidados. 1,700 reciben transferencias. San Marcos en Áncash, 580 millones de los que ejecutó menos de 30%, y todos, al igual que las regiones, aportaron grandes cuotas de investigados, procesados y sentenciados. Devolvieron al Tesoro gigantescas sumas que no sabían cómo utilizar y nadie que gozara del afecto de las autoridades fue olvidado. Millares de obras se iniciaron y millares se abandonaron. Excepción; “palacios” y monumentos; aunque no hubiera agua potable, pistas, veredas ni posta médica habilitada.
Y la cereza. Cuando nada funciona y las gentes muestran su rechazo, le echan la culpa al Ejecutivo y animan y dirigen protestas y bloqueos. Además, poquísimos pobladores saben de los millones recibidos y hasta creen, como en Puno, que “Lima se lleva su riqueza”. Muchos pasan bajo el radar, pues no hay Contraloría que pueda con todos, se esfuman, las penas suelen ser suspendidas o temporales “por buena conducta” y se recuperan migajas de lo sustraído. La relación costo – beneficio es irresistible.
¿Qué se hace? Decir que es tarea de fiscales y jueces es fácil. Si la ciudadanía no toma conciencia del contraste entre los recursos y su pobreza, seguirá creyendo a la demagogia y corrupción. ¿Y si se ofrece recompensas importantes por delación, asegurando la reserva del denunciante? Quizá ahí veríamos resultados. Aporte sus propuestas, robado lector.
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