Decimos constantemente que debemos vivir de manera intensa, que la vida es una, que el tiempo no regresa. Acá mismo, en esta tribuna, hacemos apología del Carpe Diem, de la conciencia de la finitud, de la importancia de aprovechar el día. Pero también es cierto que para disfrutar es necesario ir sin prisa. Sin prisa pero sin pausa, como dice el refrán. A algunos -me incluyo en ese grupo- nos cuesta mantener la “velocidad crucero”, tendemos a ser presa fácil de la premura y el activismo que el mundo de hoy propone. La hiperactividad incluso, es un mal que mucha gente padece, el estrés, la presión, el multitasking.

Y es que hay gente a la que le falla el motor pero a otros los frenos. Algunos sufren por falta de caballaje y hay otros que es como si vinieran a este mundo con ocho cilindros pero con frenos de bicicleta.

El mundo occidental vende mucho la idea del buen motor, de tener un motor grande, que se mueva rápido, que consuma, pero no promueve de igual manera la contención, el reposo, la contemplación, que sí están mucho mejor desarrolladas, por ejemplo, en el Oriente.

Esto repercute incluso en la forma como criamos a los niños. En EE.UU., por ejemplo, una de las grandes potencias mundiales, donde la premura y el consumo lo mueven casi todo, los bebés son dejados a los tres meses de nacidos en los famosos “day cares” (guarderías) hasta por 12 horas porque sus madres tienen que volver al trabajo y no pueden seguir “perdiendo el tiempo”. Curiosamente, esa misma gran nación tiene problemas de desbordes serios en distintos frentes. El problema de la obesidad y la voracidad son casi una epidemia nacional. Los desbordes de violencia en los colegios son un problema grave, desde el bullying hasta los tiroteos. La contaminación asciende al 25% de la contaminación mundial total, los glaciares se derriten, los ríos se desbordan, etc.

Ciertamente, la premura, el consumo y la aceleración sin contención no son la única causa de estos males, pero, sin lugar a dudas, es una de ellas, y una importante. En el plano individual, hace que las personas pasen por las experiencias sin que las experiencias pasen por ellas. No se registran, no se asimilan, no se disfrutan. Se sufre del “I can’t get no satisfaction”, como el Rolling Stone.

Ailyak es “el arte de hacer todo despacio, sin prisas, mientras se disfruta el proceso”. No implica dejar de vivir intensamente, sino equilibrarlo con una orientación más contemplativa, que incluya el descanso y el reposo, pero, sobre todo, desacelerando mientras se avanza para disfrutar más del camino. Despacio se va lejos.