El expresidente peruano Pedro Castillo asistiendo a su audiencia de detención después de su golpe fallido en Lima. (Foto de Justicia TV)
El expresidente peruano Pedro Castillo asistiendo a su audiencia de detención después de su golpe fallido en Lima. (Foto de Justicia TV)

Juguetear con versos de Machado es bien osado, pero puede sernos útil para resumir un tema que creo nos va a acompañar el 2023. Sería ideal ponerse en plan feliz año, así no más, pero me temo que el año empieza con una competencia de narrativas que hay que cuidar mucho. Me explico.

Para cualquiera que pueda googlear a Castillo y Fujimori dando sus autogolpes, no hay discusión posible. Disolver el Congreso sin base legal y declarar en reorganización todas las organizaciones de la administración de justicia es concentrar todos los poderes del Estado en el presidente. Elegir no incluir la palabra golpe tiene una intención. Pero varios arman un verso inverso, donde la palabra golpe no existe. Los presidentes de México, Colombia, Bolivia y Argentina se hacen los locos con descaro. Para aclararle a esos gobiernos que no pueden mentir así, se debería pensar seriamente en reducir las relaciones a temas comerciales y enviar misiones de expertos peruanos independientes que expliquen la situación en diferentes medios.

Pero lo más grave ocurre en el Perú. Toda la población está harta de la política. Pero nuestros compatriotas más pobres están ocupados en sobrevivir, con precios más altos e insuficiente empleo. No hay manera de que conozcan los vericuetos legales de quién tiene razón sobre qué. Ese grupo, más aún el rural, es muy vulnerable a la mentira de que es el Congreso el que ha hecho un golpe a Castillo, y que la presidenta Boluarte es usurpadora y traidora. El pedido principal de las protestas es que ella renuncie (con lo cual quien sea presidente del Congreso la sucedería y se armaría la pampa). Además, piden en simultáneo que renuncie Boluarte y se cierre el Congreso. Nadie especifica quién gobernaría en ese caso. Aceptar el pedido llevaría al caos total, que incendiaría la pradera, obligando a más represión, lo que retroalimenta un círculo vicioso. La apuesta, además dicha explícitamente, es que ello desemboque en una creciente demanda de asamblea constituyente (confundegente la llamo yo), solución mágica para todo que nadie se molesta en explicar cómo específicamente lo haría, además de que en otros países de la región se ha usado para concentrar poder. Me consta que esa narrativa, vuelta una canción muy bien producida en muy poco tiempo, se escucha en algunas radios comunitarias de Ayacucho, y posiblemente en muchas otras partes del país. Ese verso inverso está conectándose con la desconfianza y la rabia acumulada por esos compatriotas que sienten que nunca se les considera y que apoyaban a Castillo por razones identitarias.

En particular, preocupan varios actores participantes de las protestas. Hay evidencia clara de presencia del VRAEM, donde Castillo prometió eliminar la erradicación obligatoria; de mineros ilegales, con quienes también hubo acercamientos y un seminario fue inaugurado por el congresista Bellido; de maestros vinculados al Fenate, Conare y Movadef, en el contexto en que se les ha beneficiado no sólo con la inscripción, sino que se les acaba de tomar una prueba menos exigente, con opinión contraria de la Defensoría, etc.

De esta manera, se arropan en versos de izquierda, el capitalismo más inhumano que caracteriza al narcotráfico, la minería y tala ilegal; y el sindicalismo magisterial más indolente con las necesidades de los estudiantes más excluidos del Perú (se eliminó la obligatoriedad de conocer las lenguas originarias para los directores de más de 26 mil escuelas rurales, por ejemplo). He leído posiciones de izquierda que reconocen a Boluarte como presidenta, pero no hablan de golpe. Son archiconocidas las excusas “no se dio cuenta”, “parecía drogado”, “nadie lo hizo caso”, etc. Al margen de cuándo sean las elecciones, la competencia de narrativas ya empezó. Si queremos un feliz año, tenemos que ayudar todos a que se conozca la verdad de los hechos, siempre.

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