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[Opinión] Gabriel Ortiz de Zevallos: “Agua o gasolina”
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Lápiz y Babel alude a escribir lo que no se entiende, para intentar descifrarlo. Hoy más que nunca creo necesario obligarnos a explicar supuestos, argumentos, evidencias, indicios y dudas, con respeto por el que piensa distinto y pidiéndole lo mismo. Nos sobran conflictos que resolver.
Mi hija Alejandra, artista plástica que trabaja con tejidos, me hizo ver que los peruanos invisibilizamos lo que nos une. He reconocido que los tejidos son tanto metáforas de una sociedad como de cada uno, porque nuestros órganos son tejidos. Como país, somos un tejido con heridas de mucho tiempo, donde cada parte no es consciente siquiera de cómo es el resto ni cómo está unido a los demás. Como la piel herida, también tejido, la inflamación acumulada genera hipersensibilidad y reacciones de reflejo, no pensadas, que pueden agravar la inflamación. Una herida que pica no justifica rascarse, si se quiere sanar.
A nivel personal, lo que uno siente está sesgado por la interpretación o narrativa que uno hace de lo que está viviendo, basado en parte en traumas e interpretaciones previas. A nivel colectivo, eso se complejiza a la enésima potencia. ¿Cuán fraccionada es nuestra sociedad? ¿Cuánto se entiende al otro? ¿Cuánto se le respeta? ¿Cuán eficaz es el Estado para dar pisos mínimos de ciudadanía, con derechos y obligaciones? ¿Cómo se usa al Estado y cuál es nuestra cultura de autoridad y ciudadanía? ¿Cuánta confianza interpersonal hay? ¿En instituciones públicas y privadas? ¿Queremos optar una vez más por buscar culpables y soluciones mágicas o vamos a enfrentar y manejar la complejidad, con todo lo que eso implica? Buscar la verdad no es lo que nos mueve, esa obsesión la tienen muy pocos. Y hasta la mente más científica convive con una necesidad animal de apaciguar la incertidumbre. Buscamos narrativas como ansiolíticos, no las cuestionamos lo suficiente, en todo el espectro político. Mientras más indignación y miedo, más necesidad de narrativa calmante, basada en lo que ya creemos. Y no hay nada más humano que la dificultad para cambiar de opinión cuando ya se ha fijado posición, aun frente a evidencia contundente.
¿Hay protestas legítimas? Sin duda, hay brechas históricas y una descentralización mal hecha y con muy poca rendición de cuentas. Además, un tercio de los peruanos aprueba el autogolpe de Castillo (52% del Perú rural y 49% en el sur del país) y casi dos tercios lo desaprueban. Puede deberse a que no se interioriza que fue autogolpe ni los riesgos que implica concentrar poder. Los peruanos desconfiamos de la democracia, pero no hay sistema mejor. ¿Hay agendas oscuras de intereses económicos y políticos? Hay evidencia también de chats, videos de caravanas del Vraem y una estrategia de atacar aeropuertos que no es natural de una protesta pacífica que implica marcha en calles (imperdible columna de Mirko Lauer ayer). ¿Hay víctimas inocentes y abuso de la fuerza? También hay informes necrológicos y videos que no mienten. ¿Es justo culpar a los policías? Me parece injusto, como bien lo retrata René Gastelumendi ayer poniéndose en sus zapatos. ¿Serviría la renuncia de Boluarte para apaciguar? Lo dudo, temo un vacío de poder que alimente más caos mientras se decide una sucesión. Si se acusa a Boluarte de usurpadora, es porque no se entiende la sucesión constitucional. ¿Se entendería que un congresista sea presidente?
El autor del discurso del autogolpe parece ser Aníbal Torres por expresiones suyas anteriores. ¿Alguien con su formación no sabía que eso era un autogolpe y que solo tendría posibilidad de evitar prisión si es que corrían ríos de sangre, como él advirtió? ¿El pronunciamiento de Conacami el 5 de enero, después del golpe, sobre la toma de todas las vías de acceso a las minas y que han repetido hoy es una simple coincidencia? Explicitemos hipótesis y razonamientos, con ganas de escuchar al otro para apagar incendios y construir futuro, no de polarizar más.
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