Pedro Castillo. (Foto: Presidencia)
Pedro Castillo. (Foto: Presidencia)

“Paciente cero” es un término que se usa para identificar a la primera persona infectada por un virus infeccioso. ¡Muy importante! ¿Cómo no va a ser importante –por ejemplo– saber cómo se originó la pandemia del COVID-19?

Pues bien, hay quienes comparan la corrupción con el coronavirus. Efectivamente, ambos –la corrupción y el coronavirus– son contagiosos, dañan el estado de ánimo de las personas, matan de vez en cuando; incluso, ambos tienen variantes.

En el caso de la corrupción, se podría hablar de la variante E… la variante de la Extrema corrupción. La que practican descarada y cínicamente el presidente Castillo y su pandilla.

Es verdad, siempre hubo corrupción en el Estado. Pero ¿este nivel de podredumbre? ¡Jamás! Por eso digo que se trata de una variante –la más agresiva de todas– del virus de la corrupción.

La corrupción contagia. Por eso –repito– es muy parecida al coronavirus. Contagia de arriba abajo. En nuestro caso, baja del presidente Castillo a todos los niveles del Estado, como si se tratara de un líquido que se vierte desde lo alto, y baja por todos los intersticios que encuentra en su camino descendente.

La lógica es como sigue: si el presidente lo hace, ¿por qué no yo? –dicen los ministros. ¿Qué de malo tiene coimear si el presidente es un gran coimero? Ese es el primer peldaño hacia abajo. Y sigue: si el ministro también coimea, ¿por qué no yo?– dicen los viceministros. Y así sucesivamente, hasta copar todas las jefaturas y direcciones del Estado. Incluidos –como se ve a diario– gobernadores y consejeros regionales, alcaldes y regidores municipales, prefectos y subprefectos, policías y militares, jueces y fiscales, y demás.

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Ahora bien… veamos la otra cara de la moneda. ¡Qué difícil debe ser el trabajo de los funcionarios y servidores públicos honestos y serviciales, que ciertamente hay –y en gran número– en el Estado! Muchos –se sabe– han sido destituidos por no apañar a sus jefes coimeros. Otros –muchos también– han renunciado voluntariamente, precisamente para no involucrarse en la podredumbre de la Extrema corrupción en el Estado.

Pues bien, así está la cosa. Estamos expuestos a la variante más agresiva del virus de la corrupción humana: el virus de la Extrema corrupción. Y el “paciente cero” no es un chino de Wuhan a quien le mordió un murciélago. El “paciente cero” –en nuestro caso– es el mismísimo presidente Castillo, a quien –muy probablemente– le mordió una rata en la casa inmunda del pasaje Sarratea.

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