“Otro factor para el éxito de una marcha es que tenga un propósito común unificador. Esto no ocurrió el 19, donde los manifestantes marcharon con consignas diversas”.
“Otro factor para el éxito de una marcha es que tenga un propósito común unificador. Esto no ocurrió el 19, donde los manifestantes marcharon con consignas diversas”.

Con la cabeza fría me animo a opinar sobre la marcha de la semana pasada. Para algunos fue un éxito, para otros un fracaso. Las investigadoras Erica Chenoweth y María Stephan analizaron 323 protestas civiles en el mundo entre 1900 y 2006, concluyendo que para que una plantee un desafío serio a las autoridades debe convocar al menos al 3.5% de la población y no ser violenta. Para Lima esto implica como 400,000 personas y a nivel nacional 1.2 millones; estuvimos lejos de ello.

La no violencia en las marchas es importante porque permite atraer a más gente a futuro, si las personas ven que hay violencia prefieren abstenerse. Por otro lado, la Policía reacciona con más cuidado ante manifestaciones no violentas más grandes, temerosos por familiares y amigos. La marcha fue generalmente pacífica, pero negar que hubo violencia sería mentir, ya que decenas de videos muestran ataques a la Policía con piedras, palos, ladrillos, otros objetos contundentes y hasta bombas molotov. Algunos cegados por su ideología la negaron, incluyendo a algunos periodistas.

Otro factor para el éxito de una marcha es que tenga un propósito común unificador. Esto no ocurrió el 19, donde los manifestantes marcharon con consignas diversas, muchas absurdas y poco realistas. Los que la convocaron, los más radicales, pedían la libertad y reposición de Castillo y una asamblea constituyente; lo que es antidemocrático e inconstitucional. Otros solicitaban adelanto de elecciones, que requiere la renuncia de la presidenta, además de no solucionar nada en ausencia de una reforma electoral y política porque terminaríamos con un Gobierno igual de débil y un Congreso igual de malo. Un tercer grupo marchaba por “el retorno de la democracia” (como si no existiera). Finalmente, están los que salieron para mostrar su descontento con el Gobierno y el Congreso, sin darse cuenta, o no importándoles, que tácitamente estaban apoyando consignas antidemocráticas de los convocantes radicales.

Paradójicamente, pienso que la marcha fue un éxito para el país porque fracasó al convocar a una pequeña minoría, muy lejos de lo requerido para desestabilizar a un Gobierno, mostrando que la gran mayoría de ciudadanos estamos en desacuerdo con la plataforma de la izquierda radical, centrada en generar violencia y caos. También fue positivo ver que nuestra Policía puede hacer un buen trabajo si se lo propone, limitando el acceso a Lima y a otras ciudades de personas indeseables y armas; y controlando los brotes de violencia. Igualmente, cabe resaltar el limitado impacto económico que ocasionó sobre la población más pobre, que vive de ingresos diarios. Sin embargo, estas convocatorias afectan la confianza de los inversionistas, contribuyendo a ralentizar el crecimiento económico, ya débil. Han anunciado nuevas marchas para los próximos días, esperemos que tengan los mismos resultados.

TAGS RELACIONADOS