“Es evidente que no será la última crisis que enfrentará el Gobierno, que debe ver la manera de generar consensos para lograr una coalición política”. Foto: archivo PCM
“Es evidente que no será la última crisis que enfrentará el Gobierno, que debe ver la manera de generar consensos para lograr una coalición política”. Foto: archivo PCM

Al inicio del gobierno escribí en un artículo que, cuando un presidente asume el mando de un país sin experiencia previa en gestión pública, se enfrenta a la imperiosa necesidad de aprender sobre cómo funciona este y las restricciones económicas y políticas que enfrenta. Algunos aprenden rápido y hacen las cosas bien, otros creen que pueden ir contra los principios básicos de una buena gobernabilidad y terminan afectando el bienestar del pueblo, y el resto va aprendiendo de los errores en el tiempo.

A menos de tres meses en el poder, ya tenemos un segundo gabinete que todavía requiere obtener la confianza del Congreso. Lamentablemente, el nuevo gabinete incluye a algunos ministros que están siendo muy cuestionados por la opinión pública. No sorprende, entonces, que la popularidad del presidente esté en 48% y disminuyendo. Como mencioné en mi artículo, el tiempo dirá si el presidente Castillo pasará a la historia como alguien que hizo una buena o mala gestión. Por el momento, su gobierno nos está dando señales mixtas que explican los vaivenes del precio del dólar y de los activos financieros peruanos y las penalizaciones que hemos recibido por parte de las tres calificadoras de riesgo preocupadas por la inestabilidad política.

Gobernar un país requiere mucha muñeca y estar dispuesto a enmendar el rumbo cuando se está equivocado, incluso cediendo sobre aquellas propuestas que se consideraba no negociables. El Gobierno se encuentra en una encrucijada, con un gabinete ad portas de presentarse al Congreso para su ratificación que la tendrá difícil ya que su composición no gusta ni a tirios ni a troyanos, aunque por distintas razones.

No es claro cómo terminará esta historia, pero es evidente que no será la última crisis que enfrentará el Gobierno, que debe ver la manera de generar consensos para lograr una coalición política que le otorgue la gobernabilidad que requiere para empezar a atacar nuestros problemas más inminentes: reactivar la economía y generar empleo, controlar la pandemia para evitar una nueva ola de la magnitud de las anteriores, mejorar la seguridad, y retornar a la educación presencial.

Parece iluso pensar que se avanzará en las reformas estructurales que el país requiere, pero al menos se debe trabajar para minimizar la inestabilidad y buscar puntos de encuentro con el Congreso que generen un clima de confianza que atraiga la inversión privada, condición indispensable para lograr un buen gobierno. Un primer paso sería poner en la congeladora la discusión de la Asamblea Constituyente.

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