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La diligencia del trapo
“Con jefes y subordinados de este tipo no vamos a llegar al mundial de nuestro propio progreso y bienestar. ¡Nos falta tanto!”.
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Él es un gerente de alguna empresa. Ella es organizadora de eventos. El gerente la contacta a través de LinkedIn y le pide la presentación de su perfil con urgencia. La organizadora le responde que está en una serie de reuniones programadas, que no puede hacerlo inmediatamente. Él insiste. Ella se disculpa. Y el gerente la condena así: “Bueno es tu trabajo. Tu lo manejas con las espectativas (sic) de tus Clientes. Esto habla de tu profesionalismo. Que mal por tu empresa. En fin por ahí me gasto de consejero. Suerte en tu vida empresarial. Ya que es lo único a lo que apuestas. Sabrás que debo eliminar tu feed de mis contactos. Solo trabajo con ganadores. Y bueno por tus respuestas no lo eres. Saludos”.
La respuesta del gerente es una muestra condensada de cierta cultura organizacional que predomina en nuestras instituciones (no solo empresas, ciertamente). Se trata de un estilo de dirección basado en la prepotencia. Son jefes que abusan de su poder e, inclusive, los más caricaturescos alardean de su capacidad para excederse. Cuando uno lee esa sentencia, puede imaginar que el tipo se siente rechazado y, entonces, responde pateando el tablero. Descalifica (“perdedora”). Amenaza (“te borro”). Cuando parece responder de forma implacable está expresando, más bien, una inseguridad básica. O un acomplejamiento. O, tal vez, en su fantasía, está acostumbrado a trabajar con robots activados por el sonido de su voz. Resulta evidente que un cliente así hubiera resultado pésimo en términos personales y, también, profesionales.
La organizadora de eventos contó el caso –cuidando el anonimato del faltoso– y pidió comentarios en la red profesional. Los leo y alucino. Una buena parte de los comentaristas se enfoca en darle consejos para responder diligentemente a ese pedido de última hora, pasando por alto que la contraparte era ofensiva y poco profesional. No puedo con todas estas personas que confunden proactividad con servilismo, atención con (auto)ninguneo. Son asesores, ejecutivos, analistas y hasta coaches (!) que se tiran al piso para ser considerados trapos de excelencia. Y les sale tan natural la exigencia que, por eso, digo que se trata de una cultura organizacional extendida. Y deplorable. Con jefes y subordinados de este tipo no vamos a llegar al mundial de nuestro propio progreso y bienestar. ¡Nos falta tanto!
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