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[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Sin arcoíris”
“El diseño de la reconstrucción con cambios nació mal, fue una lista de obras alimentada por alcaldes y gobernadores solo para reponer infraestructura dañada”.
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Otra vez desastres por lluvia. En Arequipa se cerraron las bocatomas del río Chili porque el agua era intratable de tanto barro que traía por huaicos; la ciudad se quedó sin agua por varios días. En Piura, los desagües se saturaron y la capital se inundó; se activaron las quebradas, bloquearon los caminos, aislaron a los pueblos y la región quedó en emergencia. Y eso que las lluvias no fueron las torrentosas que se esperaban por el fenómeno de El Niño (FEN), sino las estacionales de verano. En el resto del mundo llueve fuerte y la vida sigue igual; solo colapsan cuando les cae un diluvio; en cambio, aquí colapsamos por una lluvia cualquiera. ¿Cómo llegamos a esta situación? Por un Estado que permitió que los pueblos se asentaran sobre cauces secos que son desfogues de lluvias; o que las ciudades se construyeran sin planificación de drenajes. Entonces, cuando llueve en serio, los huaicos arrasan con todo y las ciudades se inundan. Esa responsabilidad pasaba desapercibida porque el FEN ocurría una o dos veces por generación. Así que, cuando llegaba, las desgracias antiguas estaban olvidadas o las desgracias nuevas las sufrían otras gentes. La sociedad no guardaba memoria del desastre. Sin embargo, el clima ha cambiado el ritmo; ahora los FEN acontecen más seguido. Las gentes que ahora sufren desgracias son las mismas que las sufrieron en el último FEN en 2017, hace solo siete años. Por entonces se les ofreció un mundo mejor, una reconstrucción con cambios que no ha llegado.
¿Qué pasó? En el caso de Piura, por si no lo sabe, el río no llega al mar, tras atravesar el canal de Chutuque, alcanza una meseta y forma una laguna (La Niña). Cuando ese canal está colmatado, el río regresa aguas arriba y se desborda. Se programó ampliar el canal a 200 metros de ancho, pero no está terminado. Aun así, es una solución transitoria porque, llegue o no al mar, afecta los intereses de la pesca artesanal que está muy cerca. Además, a lo largo del cauce del río se deben construir reservorios para bajar su caudal y desatará una batalla por ver quién va a controlar esa agua para la agricultura. En 2017 se quiso resolver el problema. En 2018, con apoyo del BID, se aprobaron los términos de referencia de lo que podría haber sido una solución integral. Se contrató a una empresa española. En 2020 se le resolvió el contrato y se contrató a una empresa alemana. En 2021 se le resolvió el contrato y se contrató al gobierno del Reino Unido. En 2022 ese gobierno resolvió contratos a consultores peruanos por incumplimiento y se armó la pampa. En 2023, a puertas de otro FEN, no se había avanzado nada. Para mitigar la previsible inundación en Piura, en 23 de las 90 cuencas ciegas, allí donde se empoza el agua, se improvisaron cisternas para acumular agua y bombearla al río. Tres de las más importantes no llegaron a funcionar y la gente explotó.
El diseño de la reconstrucción con cambios nació mal, fue una lista de obras alimentada por alcaldes y gobernadores solo para reponer infraestructura dañada. No hubo un plan para resolver problemas estructurales. Tampoco importaba, porque más aplausos se gana con populismo repartiendo auxilios en plena emergencia que haciendo trabajos serios de prevención, que cuestan más, toman más tiempo y pocos aprecian. A estas alturas, el verdadero problema no es lo que roba la corrupción, donde la coima incrementa el costo de las obras en 10% promedio, sino en el restante 90% que se despilfarra en un gasto ineficiente. El funcionario negligente o pusilánime nos hace perder más plata que el corrupto. Mire usted tanta obra parada y tanta obra perdida. El gasto del presupuesto debería estar en manos de una isla de eficiencia, tipo BCR, porque el problema no es la plata perdida, sino el sufrimiento de la gente a la que, como ve, el Estado no le da nada cuando más lo necesita. Así la gente pierde esperanza en el Estado, acumula cólera por impotencia y votará por cualquier improvisado que le mienta ilusiones. Por eso ahora los huaicos no son de lodo; son de cólera e indignación.
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