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[Opinión] César Luna Victoria: “¿Qué cantan los poetas?”
La política cambió el 27 de enero de 2001. Esa noche, bajado del avión y de su exilio, Alan García presidió el último mitin de un gran orador. Ahora, en cambio, la euforia la dan los artistas invitados o el baile disforzado de los candidatos. Ese mitin también inició una nueva manera de hacer política. Empezamos por elegir lo que parecía ser el mal menor y a citar poetas en vez de filósofos.
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La política cambió el 27 de enero de 2001. Esa noche, bajado del avión y de su exilio, Alan García presidió el último mitin de un gran orador. Ahora, en cambio, la euforia la dan los artistas invitados o el baile disforzado de los candidatos. Ese mitin también inició una nueva manera de hacer política. Empezamos por elegir lo que parecía ser el mal menor y a citar poetas en vez de filósofos.
En su discurso, García recitó el monólogo del príncipe Segismundo, en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca. Como Segismundo, Alan García se sentía prisionero de los desastres de su primer gobierno, le parecía un sueño del que quería despertar.
“Yo sueño que estoy de estas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi (…). ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Le dimos esa segunda oportunidad en 2006.
En nuestros días, Francisco Sagasti, al asumir el gobierno de transición cita el poema Considerando en frío, imparcialmente de César Vallejo, para recibir el poder con humildad: “Considerando sus documentos generales, y mirando con lentes aquel certificado que prueba que nació muy pequeñito (…) le hago una seña, viene, y le doy un abrazo emocionado, ¡qué más da!, emocionado… emocionado”.
Esta semana, el primer ministro Guido Bellido cerró su discurso de investidura con tres citas. Una de José María Arguedas: “…cualquier hombre no engrilletado y embrutecido por el egoísmo puede vivir todas las patrias”; otra del poema La cena miserable de Vallejo, cuando desea que nos encontremos al borde de una mañana eterna “desayunados todos” o “reconfortados y satisfechos” en el discurso; para rematar con la lucha desigual de los personajes del cuento Paco Yunque, también de Vallejo, “…merecemos un país en que Paco Yunque no deba guardar silencio impotente, una rabia silenciosa y resignada (…) pero, sobre todo, donde los Humbertos Grieves reciban ejemplar sanción y donde sus burlas y ofensas no sean toleradas jamás”.
Las citas de García y Sagasti son íntimas y humanistas. Las de Bellido no, buscan confrontar. En su discurso no propuso nada de cómo podemos vivir todas las patrias, ni cómo podemos estar desayunados todos, ni cómo dar igualdad de oportunidades para que triunfe Paco Yunque. No busca gobernar. Le importa más aumentar la bronca contra Humberto Grieve. Esa es la mayor amenaza: que la bronca frustre las esperanzas, que la frustración desespere y, ya lo sabe, luego se incendia la pradera.
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