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[OPINIÓN] César Luna Victoria: “La balada de las pérdidas que se pierden”
“La pérdida en política no se produce solo por el robo por corrupción o por la miseria de un gran número de políticos…”.
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Las fábulas son cuentos cortos con una enseñanza simple, para que se entienda. Los personajes son animales, para que la crítica no ofenda a nadie. Son muy conocidas la de la cigarra y la hormiga, que cuenta cómo el ahorro de la hormiga en primavera le permite un invierno tranquilo, mientras que la cigarra, que se la pasó divertida en tiempos buenos, la pasó feo en tiempos malos; o la de la liebre y la tortuga, en carrera que gana la tortuga por constante, en tanto que la liebre la pierde por soberbia. Menos conocida es la de los dos chanchitos, antes que fuesen tres. El primero construye su casa con paja, en tanto que el segundo con madera. Luego viene el lobo, que en esta fábula no es el malo, y compra cada casa en 100. Un súper precio para la casa de paja, pero pésimo para la de madera. El primer chanchito celebra su ganancia en el bar de la esquina y la dilapida, en tanto que el segundo invierte lo que recibió en construir una casa de ladrillo y recupera la pérdida sin tanto desmadre. Claro está que, si el segundo chanchito también se hubiese ido al bar para llorar sus penas, ahora estaría en quiebra. Ya lo sospecha, me lo he inventado, pero sirve para ver qué pasa con nuestro dinero en política.
La política tiene mala fama, la odiamos porque no nos sirve y cuesta un mundo: en la Alianza del Pacífico, nuestro Congreso es el más caro por congresista (SAE de Apoyo). También es el más inútil. Pareciera que no, porque mientras Colombia produce por año 39 leyes en 12 sesiones legislativas (Centro Líber), aquí producimos más de 500 leyes en casi 100 sesiones. Pero ya sabe usted que la gran mayoría de nuestras leyes son inútiles porque crean distritos que no se constituyen o declaran días especiales para cualquier comida, o porque se promueven sin coordinar con el gobierno central y no se ejecutan por falta de reglamento (Martín Hidalgo). El problema es que a los congresistas se les mide por el número de leyes que promueven y no por su calidad. Agregue que cada congresista tiene un equipo de 6 asesores, que alienta su lucimiento individual contra el trabajo por bancadas para leyes más trascendentes. Pero la solución no está en reducir congresistas. La subrepresentación mide el número de electores por representante; a más electores per cápita, peor está la cosa. Bueno pues, estamos al final de la cola. En Perú, el per cápita es el doble del país que nos sigue (Ecuador) y tres veces más que el promedio (OIR – Universidad de Salamanca). Hemos venido empeorando: en 1956 cada parlamentario representaba a 30 mil electores, ahora a 240 mil, ocho veces más. Es sana práctica que haya una doble instancia para votar las leyes. En nuestra Constitución, a falta de doble cámara, se pide una segunda votación. Por las puras es, al 98.6% de las leyes se les exonera el trámite (Alberto de Belaunde), así que necesitamos la cámara de senadores para tener algún control, más congresistas para corregir la subrepresentación y ordenar el sistema de asesores para buscar mejor calidad.
El gobierno central tiene taras parecidas. La clave es la ejecución del presupuesto. Se arranca con el Presupuesto de Apertura (PIA), pero a lo largo del año se va ajustando hasta tener el Presupuesto Modificado (PIM). Tomando como caso el distrito de San Marcos en Áncash, el que más canon recibe, tenemos que en 2021 su PIM fue cuatro veces su PIA y en 2022 lo fue seis veces. En los últimos 10 años su PIM terminó considerando 12 veces más proyectos que su PIA (Portal MEF). No hay gestión que soporte ese bolondrón durante el año. Verá usted, entonces, que la pérdida en política no se produce solo por el robo por corrupción o por la miseria de un gran número de políticos, sino principalmente por la ausencia de sistemas eficientes de gestión y de mecanismos eficaces de control. Ahora la crítica sobra, tenemos que cambiar de paradigmas, exigir como sociedad esos ajustes tan indispensables para mejorar la calidad de gestión y recuperar la pérdida, como lo hizo el segundo chanchito, antes que nos coma el lobo.
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