Los principios básicos de la economía son fundamentales para comprender no solo qué funciona y qué no funciona, sino también para evitar las consecuencias no deseadas de cualquier medida, por muy bien intencionada que esta sea. Muchas medidas suenan bien y en realidad generan el efecto contrario a lo deseado. Los principios no son de izquierda ni de derecha.

En primer lugar, las personas, empresas y gobiernos toman decisiones, sean buenas o malas, acertadas o no, pero no hay duda de que deciden. Lo hacen porque tienen algún objetivo, sea este personal, grupal o de cualquier índole y, al hacerlo, comparan los beneficios y los costos de cada decisión. Por ejemplo, si alguien quiere pasarse un semáforo en rojo, compara los beneficios (avanzo más rápido) con los costos (es poco probable que me ampayen o, si lo hacen, lo arreglo).

En segundo lugar, todo lo anterior ocurre porque una característica central de la economía es el reconocimiento de que los recursos son escasos. No podemos hacer todo al mismo tiempo. Si tenemos una determinada cantidad de dinero, usarla en una alternativa significa dejar de hacerlo en otra. Si el gobierno decide gastar más en, digamos, salud, tendrá que sacrificar dinero que iba a ser usado en seguridad ciudadana, y así sucesivamente. Lo mismo ocurre con cualquiera de nosotros.

En tercer lugar, y como consecuencia, a lo largo de nuestras vidas, sea desde el punto de vista familiar o laboral, lo cierto es que enfrentamos disyuntivas y tenemos que escoger por alguna de ellas y en esto no hay discusión. Podemos discrepar en por qué elegir una opción sobre otra, pero no en el hecho de que tenemos que escoger.

En cuarto lugar, el dinero no crece en los árboles. Los gastos se financian con ingresos; lo mismo es válido para una familia, una empresa o un gobierno. Supongamos que está pensando en que el gobierno otorgará más bonos. Suena bien. Pero, ¿de dónde saldrá el dinero? Es muy fácil decir que hay que gastar sin que se explique de dónde sale el dinero. Cualquier propuesta que no cuente con esa información es un deseo, pero no una propuesta seria. ¿A quién le están quitando el dinero para financiar los bonos? Si el dinero sale de deuda, entonces tengamos claro que mañana pagaremos más por concepto de impuestos para poder financiar ese gasto de hoy. El populismo, en economía, significa no entender que la economía tiene límites. No es posible gastar por encima de los ingresos de manera indefinida.

En quinto lugar, el costo de oportunidad es el costo de la mejor alternativa dejada de lado y está presente en toda decisión. Veamos un ejemplo. Si el gobierno decide gastar, siguiendo con el ejemplo, en otorgar más bonos, entonces se tendrá que reducir el gasto en otros rubros, por ejemplo, agricultura.

En sexto lugar, las decisiones deben tomarse sobre la base de evidencia empírica. De lo contrario, son solo opiniones. Y todos podemos opinar lo que nos plazca en cualquier área. Siempre que escuchemos propuestas, debemos hacernos dos preguntas: ¿quién paga?, ¿cuáles son los efectos no visibles de cada decisión?

Por último, la economía no es una creencia ni un acto de fe. Es una ciencia social. A veces lo olvidamos y pensamos que en economía siempre creer es poder. Por eso tenemos que elegir. Optar por una alternativa política, cualquiera sea esta, significa escoger una forma de priorizar qué hacer primero y qué hacer después. Al menos en teoría, pues sabemos que muy pocos votan pensando en programas de gobierno. Tal vez ahí esté el problema.

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