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(Opinión) Carlos Bruce: Lima a la deriva
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Cuando Pizarro fundó Lima hace 487 años, la diseñó respetando los parámetros que se usaban en las nuevas ciudades españolas y que luego se plasmaron en la primera ley urbanística de la edad moderna dada por Felipe II en 1573.
Se trazó una amplia Plaza de Armas que sería la sede del poder político y religioso y un plano en damero asignando los lotes cercanos a la plaza a los realistas de mayor rango, luego el comercio y reservando la periferia para alojamiento de los trabajadores y área agrícola. Las actividades tenían un orden dentro del espacio urbano, lo que hacía de Lima una ciudad funcional.
Lima es hoy una urbe disfuncional. Al vecino se le hace difícil llevar adelante las cuatro actividades básicas que requiere de la ciudad: dormir, trabajar, abastecerse y entretenerse. Muchas urbes han tenido que ejecutar remodelaciones dramáticas como París liderada por el barón Haussmann, o han construido nuevas ciudades capitales como Brasilia, diseñada por Oscar Niemeyer, para darles calidad de vida a sus ciudadanos.
En 1860, Barcelona llevó adelante una reforma urbana para el ensanche de la ciudad a cargo de Ildefons Cerdá, cuya clave del éxito fue el respeto irrestricto del nuevo plan urbano.
Nosotros tenemos planes urbanos distritales, pero todavía no tenemos un plan metropolitano. Sin embargo, se emiten normas absurdas como el “reajuste integral de zonificación” RIZ, que es una perforación a los pocos planes existentes.
Es justamente la falta de una planificación urbana lo que nos ha llevado a la situación actual. Décadas de ausencia de la autoridad llevó a un crecimiento caótico donde los grandes urbanistas son los organizadores de las invasiones, lo que resulta en la Lima de hoy.
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