(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC)

Desde hace dos meses estamos inmersos en una letanía destructiva, en un espiral de caos acompasado y devastador: con un gobierno que erosiona la institucionalidad, copta espacios de poder y toma una seguidilla de decisiones que afectan profundamente a la economía, y al frente una oposición pasmada, en parálisis. Un Congreso que se toma semanas en interpelar a un ministro (más allá de los plazos reglamentarios) con vínculos insoslayables con el terrorismo, y que evita citar a otros ministros cuestionados a rendir cuentas, rehuyéndole a su función constitucional de fiscalización. En fin, un Congreso imperturbable que observa impávido como este gobierno desmadra el país porque, claro, hay que aferrarse al curul y hacer caja chica.

El jueves, luego de la interpelación a Maraví, el Congreso tenía una moción de censura lista para ser presentada pero, una vez más, los congresistas recularon a la hora nona. Todo indicaría que están esperando a que el Ejecutivo promulgue la ley de desarrollo de la cuestión de confianza que hace unos días se aprobó en el Congreso (esta opción es ilusoria) o, en su defecto, buscan aprobarla por insistencia. Lo que buscan es que cuando la ley entre en vigencia el gobierno ya no pueda plantear una cuestión de confianza ante la censura de ministros.

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Mientras el Congreso se devana en esos cálculos políticos, el país camina en línea recta al abismo. El presidente se aferra a Maraví (ha trascendido que haría cuestión de confianza) e inexplicablemente a su premier quien, como muestran los chats de la bancada oficialista publicados por Epicentro Tv, está petardeando su propio gobierno. Es decir, el presidente estaría optando por sacar cuerpo, y continuar por el mismo derrotero en el que la facción radical del magisterio y, particularmente, el cerronismo conducen las riendas del país. En estas circunstancias el Congreso no puede seguir actuando como espectador, debe asumir su función de contrapeso y hacerle frente a este gobierno a través de la censura a Maraví y luego, si el presidente no aparta a Bellido, censurando al gabinete Bellido.

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