- El último sábado, ante miles de seguidores que asistieron a la manifestación pública denominada “marcha por la democracia”, un inflamado Rafael López Aliaga arengaba “muerte al comunismo, muerte a Cerrón y a Castillo”. Así, bien suelto de huesos. Al otro lado, aplausos, vítores, ovaciones.
Desearle la muerte a un adversario político es reprochable, no importa su signo ideológico. En una democracia se debate con ideas y no se usa la violencia (así sea verbal) para atacar al oponente. Por más figuradas que hayan sido sus expresiones, con ellas ha incitado al odio y la violencia de manera irresponsable y antidemocrática. Pero no deberíamos sorprendernos, las declaraciones de López Aliaga son parte del relicario de diatribas y ataques que suele lanzar a quienes considera sus enemigos. Y la lista no es corta: comunistas, caviares, políticos, funcionarios públicos y periodistas “mermeleros”.
En una sociedad libre y democrática no deben aceptarse declaraciones de este calibre. Es saludable que distintas personalidades y organizaciones hayan rechazado estas expresiones, incluyendo el candidato a la vicepresidencia de Fuerza Popular, Luis Galarreta.
MIRA: Un acuerdo con pocas certezas
- La encuesta del IEP publicada ayer confirma la tendencia que Datum ya había registrado el último viernes: Keiko sube y Castillo baja. El carácter errático de Castillo ya le está pasando factura: el constante cambio de discurso dependiendo de su audiencia de turno, la ausencia de un plan claro y de un equipo técnico, el rehuirle constantemente a los debates y entrevistas, y su cercanía con Cerrón. El debate (visto por el 78% de la población) ha sido definitivo, allí las carencias de su candidatura se vieron claramente expuestas. Y, al parecer, la alianza forzada con la izquierda institucional de Verónika Mendoza no le ha sumado.