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[OPINIÓN] Ariel Segal: Sobre el cielo y bajo la piel (I)
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Recientemente circuló una noticia, en varios medios de comunicación, acerca de un joven que se dejó implantar cinco microchips bajo la piel y en el texto se explicaba que Mattia Coffetti se convirtió en el primer italiano en implantarse microchips para cosas tan importantes como registrar datos de su salud que los médicos pueden utilizar para diagnósticos de enfermedades que afecten su organismo y otras funciones como transmitir credenciales de trabajo que comparte en su página de LinkedIn -una red de contactos profesionales-, y otros como autenticar datos bancarios y abrir o cerrar puertas y ventanas.
¿Por qué alguien quisiera hacerse implantes de microchips para funciones que pueden realizarse a través de aplicativos externos? Coffetti expresa haberlo hecho porque le gusta la informática y se siente pionero en un experimento que fusiona nuevas tecnologías con el cuerpo humano. “Cada loco con su tema”, pensé al leer la noticia, pero tiempo después recordé que varias de las pesadillas sociales de la historia comenzaron con la experimentación humana de cuestiones que se controlaban en laboratorios científicos, como los primeros ensayos en el campo de la energía nuclear que derivaron en bombas atómicas o, por ejemplo, los experimentos de Joseph Mengele y algunos de sus colegas nazis, que utilizaron, cruelmente, a seres humanos en los campos de concentración para medir umbrales de dolor y aplicar programas de eutanasia masiva para aplicarlas a supuestas “razas inferiores”, entre otros estudios abominables.
En el diario español La Vanguardia, la periodista Núria Vila publicó el 3 de marzo de 2018 el artículo: “Suecia, país de ciborgs”, señalando que en ese país ya había 4 mil personas con microchips introducidos bajo la piel: “Estos dispositivos se suelen implantar entre el pulgar y el índice con un inyector tipo jeringa”.
En otros países, empresas como las del millonario Elon Musk implantan microchips bajo la piel de varios de miles de usuarios en la llamada “batalla de los implantes NFC” (tecnologías que funcionan sin contacto físico directo a un aparato), obligándonos a plantearnos cuestiones éticas que abordaremos la próxima semana.
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