Los políticos, frente a sus yerros, invocan un término que resuena dramático y potente pero cuyo significado es nulo o vacío. Salen con voz grave y el rostro enjuto a enfrentar el juicio público y, sacudiéndose de cualquier acto resarcitorio, señalan que asumen su responsabilidad política y listo. ¡Zas! Se esfumó el problema, para ellos.