PUBLICIDAD
[OPINIÓN] Andrés Romaña: “Perú y su turbacracia”
Imagen
Fecha Actualización
Los peruanos nunca hemos sido acérrimos defensores de la democracia. En 1992, cuando Fujimori cierra el Congreso –comparado al de hoy, ese Congreso estaba lleno de lumbreras–, más de 80% de la población apoyó la medida dictatorial. El año pasado, cuando Castillo anunció el autogolpe, el 63% estuvo en contra. Pero dos meses después el 51% opinó que el Congreso le dio un golpe a Castillo, a pesar de que todo el Perú lo vio anunciar el cierre inconstitucional del Parlamento.
Lo cierto es que en el Perú no se entiende realmente qué es una democracia ni un Estado constitucional de Derecho, y confunden democracia con oclocracia. Para los peruanos, las instituciones deben ser cerradas o sus representantes renunciar si estas “pierden legitimidad”. Pero esa legitimidad no la decide un acuerdo legal, sino quien grita más fuerte en la Plaza San Martín. Es decir, no quieren que se aplique la ley constitucional, sino la ley de la turba. Y esto aplica a todos los estratos socioeconómicos que apoyan medidas inconstitucionales dependiendo de sus preferencias políticas del momento.
Los peruanos asumen que la democracia solo implica derechos, mas no deberes. Pero sí hay deberes implícitos, y el primero es hacerse responsable por las decisiones que toman los electores en las urnas. Aquello no significa no reclamar abusos o actos de corrupción, sino pedir que se sigan los mecanismos constitucionales para que políticos rindan cuentas.
El Congreso molesta porque refleja proporcionalmente las características negativas o positivas de la sociedad que lo eligió. A pesar de que politólogos siempre victimicen al elector y culpen al sistema de partidos o a la Constitución, ¿realmente se puede creer que los congresistas actuales eran la mejor opción en su respectiva región? Difícil.
PUBLICIDAD
ULTIMAS NOTICIAS
Imagen
Imagen
Imagen
PUBLICIDAD