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[Opinión] Alfredo Ferrero: Castillo: la crisis soy yo
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Castillo es el mal mayor. No solo respecto de la candidata finalista Keiko Fujimori (tiene su mochila), sino de casi todos los candidatos de la primera vuelta de 2021.
La autodescripción de campesino, rondero, profesor, provinciano no lo exonera de su incapacidad para gobernar o de reiterados nombramientos cuestionados y el copamiento del Estado por incompetentes sin idoneidad para el cargo.
Cada gabinete ministerial (van 4) ha sido una “degradación sostenida de la versión anterior” (Jaime Bedoya, El Comercio), pasando por el gabinete prosenderista, pseudocaviar, al actual, cerronista. Ministros con denuncias y cuestionamientos; prontuario más que currículum vitae. Ha obtenido dos veces la confianza (quizás logre la tercera) y un ministro censurado, pero pudieron ser muchísimos más. Este descalabro no es culpa del Congreso.
“Podemos estar peor” no es una excusa para convivir con la mediocridad y resignarnos a un crecimiento debajo de nuestro potencial, a pesar del entorno positivo en precios de los metales y la recuperación global postpandemia. La tregua con el Congreso fue para la foto, salvo que pretendamos hacernos de la vista gorda con la corrupción e incapacidad de gestión.
La vacancia y renuncia son contempladas en la Constitución, no es golpismo, ni lo son las reuniones públicas que abordan el tema. Castillo es complaciente con la corrupción (implicado en posibles delitos) y acrecienta estas pretensiones legitimadas si respetan cauce constitucional.
Castillo no tiene liderazgo, brújula, visión de país ni integridad. Es un ‘prosor’ devaluado como el sombrero chotano que ya no usa. La crisis política es constante desde que asumió, cuatro años y medio más así son insostenibles, su incapacidad empieza a ser reconocida mundialmente. Una ciudadanía movilizada, descentralizada y masiva podría motivar su renuncia.
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