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[Opinión] Alfredo Bullard: La tercera vuelta

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Seguimos desgastándonos en las resacas emocionales de una segunda vuelta tortuosamente interminable. Vapuleamos las reglas cuando deberíamos esperar lo que digan las instituciones que existen para resolver el entuerto. Mientras, siguen escalando los pedidos a la intervención superior de jueces o tribunales constitucionales, se acercan ya las invocaciones a comisiones internacionales de derechos humanos, a la OEA, la ONU o al mismo Papa.
Y mientras todo esto pasa, llegó el momento de pensar en la tercera vuelta.
A diferencia de la primera y la segunda, en las que elegimos cada cinco años con votos de papel, en la tercera vuelta se vota con los pies.
Es un voto más trascendente. Se ejerce todos los días. No es simétrico ni igual porque cada uno vota con su propia vida y con su propio destino, construido sobre su propio pasado.
Votamos con los pies moviéndonos (de allí viene la expresión de “con los pies”). Algunos lo hacen en aviones. Otros caminan cruzando subrepticiamente fronteras cerradas o ponen en riesgo su vida en balsas improvisadas.
También se vota “con los pies” llevando o trayendo ideas de personas talentosas que ven en un país oportunidades para que se desarrollen. Porque el talento también se mueve y expresa su preferencia o su repudio contra formas de hacer las cosas o de dejar de hacerlas.
Y también se vota moviendo capitales, llevándolos fuera o trayéndolos para invertir. Allí los negocios escogen los gobiernos y les permiten cobrar impuestos o generar ingresos y trabajo para su población.
El éxito o el fracaso de un gobierno no se mide, en realidad, por cuántos votos obtuvo el gobernante en la elección. Eso es coyuntural. Los votos son papelitos que reflejan voluntades dispersas, abstractas, usualmente desinformadas y no suficientemente reflexivas. Las personas usan mucho más tiempo, energía e inteligencia para decidir dónde vivir, dónde constituir su familia, dónde invertir, dónde trabajar, dónde aplicar su talento.
El verdadero reto de un gobierno está en ganar la tercera vuelta. Está en convertir a un país en atractivo para sus ciudadanos y para los que no lo son. Está en ofrecer futuro y oportunidades. Es en la tercera vuelta (y no en las elecciones) donde realmente triunfa un gobernante.
Y así como hay que respetar el voto expresado en papelitos (nos guste o no el resultado), debemos ser tan (o más) enfáticos en defender el voto con los pies. Así como todo candidato puede caer en la tentación de afectar la voluntad expresada en votos electorales, los gobernantes caen fácilmente en la tentación de limitar el voto con los pies con medidas que van desde cerrar fronteras, prohibir la entrada o salida de mercaderías y capitales, privarnos del derecho de pensar o tener ideas.
Cuando el voto con los pies los afecta, pretenden cortárnoslos, y evitar que usemos la movilidad para expresar nuestra satisfacción o repudio contra quien gobierna. Ese, antes que ver quién gana más impugnaciones de actas, es el verdadero reto que enfrenta el próximo gobierno. No es determinar cuántos marcan en un cuadradito en un papel su símbolo, sino generar la confianza para que las personas, los capitales, los negocios y las ideas quieran quedarse o venir al Perú.
Las segundas vueltas se ganan con promesas. Pero los votos con los pies se ganan con acciones.
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