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[Opinión] Alfredo Bullard: En los tiempos del cólera
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Agradecer, como toda expresión de libertad individual, es un acto personal. Expresa un sentimiento. No creo en los sentimientos colectivos. No existen. Lo que existe es la acumulación tumultuosa y desordenada de emociones individuales que tratamos de leer como comunes a todos. Nada más proclive que un colectivo para diluir lo que sentimos y queremos decir.
No pretendo que el agradecimiento a Francisco Sagasti sea compartido. Sospecharía de su sinceridad si así se expresara. Lo colectivo, como el movimiento masivo de las olas en la orilla del mar, arrastra muchas cosas sin discriminar lo que trae y lo que se lleva.
Pocas personas han tenido que asumir un cargo de tanta responsabilidad en tiempos tan difíciles. Una crisis política descomunal, generada por ambición y mediocridad, en medio de una pandemia histórica, mal enfrentada por un gobierno como el de Vizcarra, tan oscuro y mezquino como sus opositores. Unas elecciones próximas en un país dividido que se dividiría aún más. Una sociedad polarizada y crispada, impaciente, intolerante e inclemente con todo. Gobernar no es, entonces, un ejercicio para captar aplausos, sino para navegar en medio de olas de crítica y descontento.
Sagasti ha tenido que navegar en esos tiempos del cólera (en sus dos acepciones, de plaga y de sentimiento). Puedo discrepar de sus ideas y de algunas de sus acciones. Discrepo del partido al que pertenece, ambiguo e impreciso (como todos los demás). Pero no discrepo del compromiso de Sagasti con su misión.
Había que enfrentar la pandemia. Y así pasamos del egoísmo de su antecesor de vacunarse mientras dejaba al país sin vacunas a una clara preocupación por revertir lo que heredó reflejada en acciones concretas y efectivas.
Había que transitar, con neutralidad, hacia una de las elecciones más complicadas de nuestra historia. La mediocridad y el sesgo son siempre ingratos. Confunden no tomar partido por su posición con falta de independencia. En el discurso, si no decías que había fraude, eras cómplice del mismo.
Pero el rol del presidente es dejar que los mecanismos institucionales y legales funcionen para tomar las decisiones que tienen que tomarse. Eso es lo que corresponde. Uno de los defectos de la democracia es que permite que opciones no democráticas lleguen al poder. Una paradoja necesaria para que la democracia siga siendo tal. Lo que toca es defender las reglas amenazadas. Pero no patear el tablero como implícita (o explícitamente) vienen pidiendo varios. Romper la democracia para defenderla es como matar a alguien para que siga viviendo.
Por eso agradezco al presidente Sagasti simplemente por haber hecho lo que le tocaba hacer. En Perú eso no es bien recibido. Aplaudimos más a quienes rompen las reglas que a quienes las respetan.
Lamento la mezquindad y maltrato de no permitirle entregar una banda presidencial que llevó con dignidad, algo que sus antecesores (y quizás sus sucesores) no saben hacer. Y lamento que se haga usando como excusa interpretaciones legales para impedir lo que un poco de decencia y diálogo habrían podido resolver. Así son los tiempos del cólera: fértiles para la ingratitud.
Nadie puede quitarme el derecho a agradecer. Usted está en su derecho de no hacerlo. Me limito a ejercer el mío.
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