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Y nos creíamos originales...
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“El político depende del periodista. ¿Pero de quién dependen los periodistas? De los que les pagan”.
Con estas palabras (que debemos recordar en los programas de entrevistas) empieza Milán Kundera a explicar lo que llama la derrota de la ideología, esa que todavía reclamamos a los grupos que quieren ser reconocidos como partidos políticos cuando hace décadas Kundera explicaba que aún el marxismo había tenido que simplificar su ideología para transmitir sus mensajes a nuevos círculos. Y continúa: así como hoy de Marx solo quedan imágenes como la de hombres de diversas razas uniendo sus manos o una paloma volando, en señal de paz, lo mismo ocurre en otros ámbitos: pasan las ideas, se difuminan, pero quedan las imágenes y eso que ocurre ha decidido llamarla “imagología”.
Perdonen que copie y adapte ideas, pero este concepto iguala al candidato presidencial con el desodorante y las toallas higiénicas. Pensémoslo sinceramente: ¿sabemos lo que piensa cada moradito sobre la pena de muerte o la extensión que debe tener la propiedad individual de la tierra? ¿Sabemos si todos les darían a sus hijos medicamentos genéricos no sometidos a pruebas de equivalencia? ¿Lo haría Lescano?
En palabras de Kundera: “La imagología ha conquistado una victoria sobre la ideología (…). Las ideologías pertenecían a la historia (...). La imagología comienza donde termina la historia”.
¿No están convencidos? Pensemos en el pescadito del Frepap, la heroicamente superviviente lampa de APP, la C de Contigo, los cambiantes nombres y logos de un “partido” que solo ata prisioneros, un apellido; y los moraditos (¿ideología, chicha morada o mazamorra?).
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