Vamos, ¿toque de queda ? El de nuestros tiempos: sin televisión por cable, Netflix, Internet, celular, WhatsApp, computadora ni, en muchos casos, teléfono fijo. Y era posible que tampoco hubiera luz.

Hoy, la población de clase media (y aun con menor poder adquisitivo) tiene opciones para trabajar, educarse o entretenerse, sin salir de casa. Al menos hasta ahora conseguimos arroz, pan, leche, azúcar y hasta carne y pollo.

Luego de escuchar quejas de jóvenes que “necesitan” salir a correr, pasear al perro o a surfear, me pongo a pensar que tal vez se requería un remezón como este para que aprendan a valorar lo que tienen porque otras generaciones se bancaron (y superaron) la hiperinflación, el terrorismo, el gobierno militar, la escasez y la falta de servicios públicos. Que tomen conciencia de que crecieron porque esas generaciones hicieron largas colas para conseguir leche para el desayuno y, con suerte, aceite para cocinar.

Que mediten por qué las poblaciones tienen luz, pero no agua; por qué todavía le llega la comida y los artículos de limpieza y medicinas a los supermercados y farmacias, y por qué eso no ocurría en los 80 ni en los 90, cuando el Estado era propietario de las empresas, las manejaba con allegados, impedía la competencia extranjera y, supuestamente para nuestro bien, controlaba los precios de los productos básicos. Imaginemos esta pandemia en esos años: sin ventiladores (respiradores), alcohol, divisas para importar medicamentos o alimentos ni producción local suficiente. Sin servicio eléctrico permanente.

Nuestro sistema económico no es perfecto y gran parte de la culpa es del Estado, que no ha cumplido su rol. Pero es mejor que la alternativa.