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Ayer fueron a por ella

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Keiko Fujimori se encuentra en el penal Anexo de Mujeres de Chorrillos desde el pasado 1 de noviembre. (Foto: Agencia Andina)
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A la Sra. Fujimori se le acusa de “lavado de activos” por haber recibido aportes de empresas brasileñas para el financiamiento de la campaña de 2011. Probablemente todos los candidatos de ese entonces o aquellos con mayores probabilidades hayan tenido el mismo financiamiento.
El dinero de “lavado de activos” debe provenir de una fuente ilícita. Hoy sabemos que Odebrecht y compañía pagaban sobornos para adjudicarse las grandes obras públicas que luego sobrevaloraban; eso los hacía recuperar con creces la “inversión” en los sobornos. Sin embargo, en 2011, Odebrecht era una empresa ejemplar. No se puede discutir, incluso hoy, su capacidad técnica; y, en ese momento, cualquiera se hubiera sentido feliz de ser contratado por estas empresas. Dicho de otra manera, no había manera de saber que el dinero aportado a las campañas tenía origen ilícito. El dinero, además de fungible, bien podría haber provenido de las ganancias de un gigante de la construcción.
Si hay algo que reclamar a la Sra. Fujimori es el no haber podido superar el no haber sido presidenta. Es el haber puesto su orgullo por encima de los intereses del país (a diferencia de su padre que, para lograr la paz con Ecuador, se tragó el sapo del desplante que le hizo el entonces presidente).
Es el haber emboscado a un hombre íntegro como Bruno Giuffra. Es el haber desestabilizado la democracia, haber llevado a una banda peligrosa e ignorante al Parlamento. El haberle dado poder a Becerril, Beteta, Bartra y Mamani. El haber ido contra su propio hermano.
Pero nada de esto está tipificado como delito ni por ello merece cárcel. Hoy no le tengo simpatía; aún así, creo que merece justicia. Es lo menos que le podemos dar: a ella simbolizando a todos los peruanos. Sí, porque mañana pude ser cualquiera de nosotros.
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