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Que levante la mano
“Sea honesto, levante la mano si nunca coimeó a un policía, a un inspector municipal o al de Sedapal para que no le corte el agua porque se olvidó de pagar”.
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González Prada sostenía que en Perú existía un pacto infame de hablar a media voz. De nunca decir las cosas de frente. Hoy, a cien años de su desaparición, seguimos hundidos en la misma mediocridad. Lo políticamente correcto se ha apoderado de nosotros, nadie enfrenta la verdad, y vestimos con un manto de moralina nuestras opiniones. Para no ser cuestionados.
La corrupción es cada día más descarada, la falta de institucionalidad, el conflicto de interés, el abuso y la mediocridad. Y todos olvidamos cómo era el Perú en 1992, cuando el 82% de la población estuvo a favor del cierre del Congreso. ¿Es que la mayoría tiene siempre la razón por el solo hecho de serlo?
La corrupción es cada día más descarada, la falta de institucionalidad, el conflicto de interés, el abuso y la mediocridad. Y todos olvidamos cómo era el Perú en 1992, cuando el 82% de la población estuvo a favor del cierre del Congreso. ¿Es que la mayoría tiene siempre la razón por el solo hecho de serlo?
Olvidamos que hoy hay 6 millones 906 mil 249 peruanos que viven con menos de S/328 al mes. Olvidamos que miles de niñas son víctimas de trata en prostibares a lo largo del país y que basta recorrer las carreteras para encontrarlos a la entrada de cada pueblo. Y sin embargo, el Estado solo destina S/5.7 millones para la lucha contra la trata. Preferimos no saber que entre 2011 y 2016 11,781 niñas fueron violadas y quedaron embarazadas. Que hay en las cárceles 35,594 presos sin sentencia y que muchos con sentencia son inocentes.
Mientras se siente muy correcto y moral celebrando la anulación del indulto, hágame el favor y sea honesto, levante la mano si nunca coimeó a un policía, a un inspector municipal o al de Sedapal para que no le corte el agua porque se olvidó de pagar. Si nunca se ha pasado una luz roja, si no se cuadró en un lugar prohibido o pagó alguna vez a un tramitador. Si no estuvo a favor del 5 de abril. Estamos donde estamos porque nadie tiene el valor de decir las cosas claras y con voz firme.
Para gobernar, como para hacer empresa en el Perú, uno tiene que ensuciarse los zapatos. Y las decisiones que se toman no siempre son fáciles, correctas o las mejores. Hace años, en una conferencia sobre desarrollo, alguno de los asistentes puso sobre la mesa la discusión moral en la toma de decisiones. Barry Weingast (Violence and Social Orders) respondió sosteniendo que el desarrollo es sucio y desordenado y que este no es un mundo de ángeles. Por ello la importancia de las instituciones, esas que ignoramos todos los días, para contener a los ciudadanos.
Las instituciones, las leyes y los derechos no nos importan. Solo los utilizamos para defender a quienes creemos que están en nuestro bando. Para sentirnos superiores moralmente. Por ello, solo el 13% de los peruanos considera que se puede confiar en los demás. ¡Porque en realidad no confían en sí mismos!
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