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Las cifras que dejó Kuczynski
“Un niño con anemia no desarrollará capacidades cognitivas y, por lo tanto, no podrá aprender a leer y escribir, ni desarrollará aptitudes”.
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Cuando el partido de gobierno postuló al Sr. Kuczynski a la Presidencia de la República, una de las metas que ofreció cumplir fue reducir la anemia infantil al 37.9% para el 2017. Sin embargo, de acuerdo con los resultados preliminares de la Endes, este año la cifra de prevalencia de anemia aumentaría a 46.8%. En 2016, la anemia afectaba al 43.6% de los niños entre 6 y 36 meses.
La anemia es considerada un problema de salud pública por los efectos que genera a largo plazo. Un niño con anemia no desarrollará capacidades cognitivas y, por lo tanto, no podrá aprender a leer y escribir, ni desarrollará aptitudes técnicas, lo que reducirá sus posibilidades de escapar de las trampas de pobreza y ser absorbido por el mercado. En el Perú, la incidencia es mayor en los niños que viven en la sierra, donde el 54.2% de niños sufre de anemia. En la selva es el 48.8% y en la costa, el 42%. Puno es la región con mayor incidencia: 75.9%; seguido por Loreto 61.5% y Ucayali 59% (Endes 2017).
En el país, solo el 31.4% de los alumnos de cuarto grado de primaria entiende lo que lee y solo el 25.2% puede resolver problemas matemáticos. En las zonas rurales es solo 11.2% y 12%, respectivamente (ECE 2016). Según cifras del Banco Mundial, 50,000 millones de dólares se pierden anualmente, a nivel mundial, como consecuencia del efecto de la anemia en la productividad de los países.
Todos estos indicadores nos muestran la falta de presencia efectiva del Estado y la necesidad de que el Ejecutivo articule los programas sociales de los distintos sectores para lograr un mayor impacto. Además, la disparidad existente entre las regiones y los distritos del país requiere que las políticas públicas se adecúen a las condiciones de cada región.
Para lograrlo, es necesario implementar programas sociales que ayuden a los peruanos más pobres a tener una mejor nutrición, a acabar con la anemia y la desnutrición, a que los niños estén vacunados y tengan acceso a servicios de salud, a una educación de calidad que desarrolle sus habilidades y los fortalezca, a reducir el atraso y la deserción escolar para que de adultos puedan ser absorbidos por el mercado y logren escapar de las trampas de pobreza, rompiendo así con la transmisión de pobreza intergeneracional.
Para lograr todo ello, necesitamos autoridades que conozcan la problemática y tengan capacidades de gestión para implementar programas adecuados. Pero sobre todo, que nos rindan cuentas y entiendan por qué ocupan el puesto que ocupan.
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