La esculturas de Paolo Guerrero y Ricardo Gareca no pasaron desapercibidas para la entidad máxima del fútbol mundial. FIFA compartió algunas fotografías del arte peruano en San Miguel. (Fotos: Facebook FIFA)
La esculturas de Paolo Guerrero y Ricardo Gareca no pasaron desapercibidas para la entidad máxima del fútbol mundial. FIFA compartió algunas fotografías del arte peruano en San Miguel. (Fotos: Facebook FIFA)

Las instituciones son las reglas de juego con las cuales interactuamos. Algunas son formales, como las leyes, y otras, informales, como las costumbres. Hagamos una analogía con el fútbol.

Existen reglas que todos conocen. Imagine que acude a un partido y al árbitro se le ocurre que ya no existe la posición adelantada. ¿En qué quedaría el entrenamiento y la planificación realizada? En nada. La siguiente fecha el equipo no querrá participar ni usted ir al estadio. O piense que un equipo soborna al árbitro para que este determine un penal que no existió; o que se compra a jugadores clave del equipo rival para que se dejen hacer goles. ¿Puede prosperar un campeonato así? Por supuesto que no.

Algo similar ocurre con la economía peruana. No hay reglas que sean respetadas y cumplidas por TODOS. La corrupción destruye nuestro futuro. En esas condiciones es difícil pensar que el dinero que recibe el Gobierno, fruto del crecimiento económico sin inflación, se use de una manera que eleve el bienestar social. Aunque los estimados varían, las pérdidas por desvío de recursos por la corrupción fluctúan entre US$2,000 y US$5,000 millones. Imagínese, estimado lector, si esto se invirtiera por personas honestas en salud y educación.

Volvamos al fútbol. El árbitro que cambió las reglas debe ser suspendido de por vida. ¿Y quién nombró al árbitro y con qué criterio? Ahí entran los entes decisores del nombramiento, que también tienen responsabilidad. En el Perú, ¿quiénes nombran a los jueces que deberían asegurar un marco jurídico estable y predecible? Los hechos de corrupción muestran que a quienes hay que castigar no es solo a ellos, sino a quienes los nombraron. Crecimiento sin instituciones creíbles es una ecuación perdedora.

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