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Papa político
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La venida del papa Francisco a Perú está mostrando la capacidad política del líder religioso. Madre de Dios, probablemente el departamento más abandonado del Perú, fue el primer punto en agenda de Francisco. En ese departamento, el Papa ha puesto los temas de la tala ilegal y la esclavitud de mujeres atrapadas en redes de prostitución en la agenda pública. Esto ha obligado a los políticos locales –tan envueltos en sus líos intestinos– a prestar atención a esta población vulnerable, considerados como ciudadanos de segunda categoría.
Francisco es un político carismático. A pesar de los escándalos que envuelven a la Iglesia, el carisma de Francisco parece inalterable. El carisma mueve emociones y promueve sacrificios. Ningún político peruano tiene ese don en la actualidad.
Como todo líder que hace política, Francisco promueve una ideología. Pero los mensajes que manda son segmentados y atraen a conservadores y progresistas. En un momento es pro vida, en otro es ambientalista. Es un político catch-all.
Es probable que el domingo Francisco convoque a un mar de gente en Lima y que lance un mensaje cargado de política. En una palabra, será un mitin multitudinario con presencia de todas las “bases”. Pero la Iglesia no requiere tapers para que los ciudadanos acudan al encuentro con su líder carismático. La Iglesia los moviliza a través de algo superior: la fe, que finalmente es una ideología.
Los partidos políticos han perdido esa capacidad de movilización, quizá porque su ideología ya no habla de valores trascendentes, como la justicia social, sino que ahora se rebaja a productos mundanos, como bienes y servicios, o sirve para encubrir acciones meramente delictivas.
En definitiva, podemos decir que no es el fujimorismo o el aprismo el partido político mejor organizado del país. Ese atributo sigue siendo de la Iglesia y su líder transnacional.
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