Asiló a Evo Morales después de un fraude electoral en 2019, quiso hacer lo mismo con Pedro Castillo luego de su intento de golpe, señala el columnista. (Foto por ALFREDO ESTRELLA / AFP)
Asiló a Evo Morales después de un fraude electoral en 2019, quiso hacer lo mismo con Pedro Castillo luego de su intento de golpe, señala el columnista. (Foto por ALFREDO ESTRELLA / AFP)

Hagamos un ejercicio de “no injerencia” a lo Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sobre el caso del mismo presidente mexicano, quien asegura gobernar con plena democracia y sin entrometerse en asuntos de otros países. Aunque asiló a Evo Morales después de un fraude electoral en 2019, quiso hacer lo mismo con Pedro Castillo luego de su intento de golpe; se ha dado el lujo de proponer un plan de paz entre Ucrania y Rusia que Zelensky inmediatamente rechazó por ser prorruso y mediar una negociación entre el régimen de Maduro y la oposición venezolana, a la que terminó de dividir derivando en el fin del interinato de Guaidó.

Desde que México se liberó en 2000 de los 70 años del autoritarismo electoral del PRI, que cambiaba de presidente pero mantuvo al mismo partido en el poder gracias a prebendas del Estado, amenazas a funcionarios que no votaran por ellos y la utilización del poder para desprestigiar a la oposición, otros partidos llegaron al poder en el siglo XXI: el PAN (Fox y Calderón), el PRI volvió a gobernar por un periodo (Peña Nieto) y Morena, de AMLO, que con su propuesta de izquierda obtuvo la presidencia.

Más allá de las virtudes y defectos (y escándalos) de los gobiernos posteriores a 2000, todos los jefes de Estado demostraron ser demócratas y tolerantes, pero ahora hay dudas en el caso de AMLO, amigo de dictadores, desde Putin hasta Maduro, y un hombre de tendencias autoritarias si bien hay que reconocer que hasta ahora su gobierno es popular, no es percibido como corrupto y en la parte macroeconómica no es tan extremista como muchos auguraron.

A año y medio para las elecciones presidenciales, AMLO y sus congresistas han presentado una reforma electoral para tener más influencia sobre el organismo electoral y eso, junto a sus constantes ataques a la prensa libre, no augura nada bueno para la democracia mexicana. La próxima semana continuaremos este texto “no injerencista” sobre AMLO.